En la recta final de nuestro viaje, tuvimos que reorganizar los últimos 3 días. Tras algunas vueltas de la planificación, decidimos hacer un alto en Goa, antes de llegar a Mumbai, desde donde volaremos vuelta a Madrid. Nuestra idea era pasar un día y pernoctar en Panaji, una ciudad de influencia portuguesa con encanto, pero por dificultades logísticas que no tuvimos energía ni ganas de solventar, terminamos en Margao, una ciudad cutre y negra de humedad, también de influencia portuguesa.

Nos llamó la atención que las mujeres visten en su mayoría al estilo occidental, lo que no ayuda a aportar esa pincelada de alegría a sus calles, de la que hemos disfrutado hasta ahora.

La verdad es que llegamos cansados a la ciudad (a las 6am), tras haber dormido en el tren. Además nos costó más de lo habitual encontrar alojamiento, dentro de nuestros estándares, en una mañana super húmeda y gris. Y ya tan cerca del final, empezamos a perder algo de fuelle en esta aventura: nuestro nivel de energía ha empezado a bajar, nos pasa siempre…

Probablemente nos hubiera convenido ir directamente a Mumbai sin hacer esta escala en Goa, pero estas cosas suelen verse claramente con la perspectiva del tiempo pasado.

Menos mal que terminamos el día, cenando un delicioso pescado con arroz, con una llovizna de fuegos artificiales como telón de fondo.


Hampi es lo que no habíamos encontrado hasta ahora en este viaje. Es un pequeño pueblito: dos calles de artesanía y restaurantes y el resto humildes casas de huéspedes que acogen por muy poco dinero a turistas con un marcado aire mochilero. No hay hoteles, no hay tráfico, no hay ruidos estridentes. Este es uno de esos pueblos donde el turismo hippie se ha instalado y se ha mantenido.

¿Cómo es posible que el turismo no haya destruido el genuino ambiente de Hampi? Porque se encuentra incrustado en un increíble yacimiento arqueológico donde se asentaba la antigua ciudad del Vijayanagar (s. xv). El inmenso complejo contiene ruinas graníticas, bastante bien conservadas, de lo que fueron bazares y grandes templos con infinidad de otros más pequeños que hacen de la exploración de la zona una actividad mágica.

Tarareando otra vez la banda sonora de Indiana Jones y a la luz de nuestro pequeño frontal, exploramos las cámaras oscuras en forma de "U" que rodean la sala sagrada de estos templos. Cientos de pequeños murciélagos dormían en los techos. Y digo dormían porque en cuanto entrábamos nuestra presencia, y sobretodo nuestra luz, era recibida con chillidos y desbandadas sobre nuestras cabezas. La sensación era entre acojone y emoción que se transformaron en fascinación por el espectáculo cuando vimos que, a pesar de estar rodeados y de que pasaban muy cerca de nosotros, siempre nos esquivaban y no parecían tener intenciones agresivas (pueden transmitir la rabia si te muerden).

Las montañas de las zona, a veces culminadas con algún tipo de templo, son erosionados pedruscos graníticos que recuerdan a la Pedriza de Madrid, pero con una extensión mucho mayor. Las colinas están formadas por aparentes montones de piedras que parecen haber caído del cielo quedando apiladas en equilibrios imposibles. Es una de las zonas de escalada en roca más famosas de la india.

Además el pueblo está situado junto a un río impresionante: ancho, caudaloso y peligroso, con remolinos y cocodrilos (aunque no vimos ninguno). Y toda la zona rodeada de plataneras y palmeras cocoteras.

Hampi también es un lugar sagrado y de peregrinación. El 30% de la extensión del pueblo lo ocupa el templo de Virupaksha. En la plaza que hay junto a su entrada principal, duermen a diario más de un centenar de peregrinos que llegan para hacer ofrendas a  Shiva. Al amanecer del día siguiente se dirigen al río para lavarse, hacer la colada y en algunos casos raparse el pelo que más tarde ofrecen en el templo.

Nos acercamos al río a las 7:30 de la mañana y el ambiente nos encantó. Por si fuera poco, a parte de la cantidad de gente y el colorido que aportaban, apareció Lakshimi, la elefanta del templo, que disciplinadamente vino a tomarse el baño que a diario recibe de sus cuidadores. Tras el baño, la maquillan y finalmente entra en el templo para realizar su trabajo: repartir bendiciones a base de trompazos a cambio de algunas monedas.

Hampi, al ser un lugar sagrado, es una zona “pure vegetarian”. El consumo de carne y alcohol están estrictamente prohibidos y penados con cárcel aunque curiosamente con la marihuana (nos la ofrecieron no menos de 5 veces) hacen una excepción porque es usada en el culto. En cualquier caso, en un país donde el 80% de la población es vegetariana, han desarrollado una cocina tan deliciosamente sabrosa que hace que la carne no sea echada de menos en absoluto.

Ha sido un lugar increíble, mágico y del que dejamos muchos lugares sin haber podido explorar. Nos hubiera gustado estar más tiempo pero aunque en este lugar parece haberse detenido, tiempo es algo que ya no tenemos.

Como ya comentamos, la primera impresión, lo que más nos impactó de la India, fue el bullicio caótico, el ruido y la suciedad que reinaba por doquier, pero llagados a este punto he de decir que la primera impresión no será la que quede…

Hemos comprobado que es necesario un poco de tiempo para reponerte del “susto” y ver más allá. Entonces ya no puedes dejar de alucinar con este país: sus habitantes (no me refiero solo a las personas), sus tradiciones y contrastes, los colores, los aromas, la comida… Todo tan diferente a lo nuestro, pero tan reconocible al final, que te atrapa. 

Por otra parte, hemos visto cómo las ciudades han ido cambiando en cuanto a su medio ambiente a medida que avanzamos hacia el oeste. Desde Kumily, en adelante: Munnar, Kochi, Ooty y Mysore, donde estamos ahora, tanto las ciudades como los caminos, las carreteras, etc. están mucho más limpios y parece que la mentalidad está cambiando al respecto. Hemos visto un montón de avisos y carteles llamando a la limpieza, a disminuir la utilización de plásticos y las papeleras ya van haciendo acto de presencia. En relación al tráfico… en fin, no perdemos la esperanza ;P

En este momento nos está dando mucha pena haber entrado en la cuenta atrás de los 6 días que nos quedan. Sin embargo sabemos que cada uno de esos días será una aventura vivida con intensidad. 

Hablando de aventuras. ¡hoy Sus se ha probado un saree! Mas mona estaba... una pena que no se lo haya comprado. En el trabajo hubiese causado sensación. :-D

No fue fácil, por desinformación y pura mala suerte no pudimos hacer la reserva en primera, así que solo nos quedaba luchar por la “general class”. El despertador sonó a las 4:45 de la madrugada y a las 5:30 aparecimos en el despacho del “Officer Master of Duty“. Este nos facilitó “el tocken”, un papelito que ponía un “2” y la fecha, que nos habilitaba a sacar los billetes en la cercana oficina de reservas. Tras pagar la escandalosa suma de 16 rupias (0,27€) por dos billetes, nos dirigimos a la cola en la que, para nuestro alivio éramos los segundos. La aburrida espera de una hora solo fue animada por la gente que llegaba, resoplaba al ver la cola y finalmente se unía a ella. Por fin a las 6:30, con un orden ejemplar, totalmente ajeno al estilo indio, nos fueron dejando entrar en los compartimentos. Pillamos dos de los mejores sitios (de segunda claro), pegaditos a la ventana izquierda. Por fin estábamos en el Nilgiri Express.

El Nilgiri Express es el tren que recorre la línea férrea entre Mettupalayam y Ooty y tiene el estatus de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el 2005. ¿La razón? Es una de las pocas líneas férreas en el mundo que aún opera con locomotoras de vapor. Además tiene la particularidad de que es un tren de montaña que sube desde los 500mts de altitud de Mettupalayam a los 2240mts de Ooty. Para salvar las empinadas vías, usa una rueda dentada por debajo del tren que engrana con la cremallera que tiene la vía. La línea férrea fue construida por los ingleses. Se inició en el 1857 y se finalizó en el 1907 y hasta la fecha ha estado en uso con los mismos trenes de vapor (suizos según uno de los ferroviarios). Otra particularidad de este tren es que la locomotora no “tira” de los vagones sino que los empuja. La razón es que de estar delante, el humo de la locomotora se lo tragarían los pasajeros.

Ver uno de estos trenes funcionando es absolutamente impresionante. Cuando se acercó para enganchar los vagones, lo primero que te llama la atención es el ruido. Suena como nos han enseñaron de pequeñitos que suenan los trenes pero que ningún tren hace ya. Va envuelto en una nube de vapor que hace mágico ver como los cilindros y las bielas mueven esas enormes ruedas de acero sobre las que se desplaza la locomotora. Por todos lados junto con el vapor, chorrea enormes cantidades de agua y da la sensación de tener una eficiencia energética más que discutible. En realidad parece increíble que pueda moverse.

Un ferroviario me explicó en pocas palabras (las pocas que sabía en inglés) cómo funcionaba el tren, dónde llevaba los enormes depósitos de agua, dónde estaba la caldera, el sistema de transmisión, el sistema de cremallera e incluso el sistema de engrasado que iba dejando caer gota a gota aceite sobre la maquinaria para reducir la fricción al máximo y reducir el desgaste y el calentamiento. Aun así no debía ser suficiente y el mismo ferroviario se afanaba con una aceitera enorme en derramar ingentes cantidades de aceite sobre determinadas zonas de la transmisión. Solo nos decepcionó un poco el hecho de que el agua de la caldera ya no es calentada con carbón sino con unos quemadores de gasoil que han sido adaptados.

El tren inició la marcha lentamente hasta que alcanzó su velocidad de crucero, unos 8 Km/hora. No es un tren para usar si tienes prisa desde luego, pero su lentitud está más que justificada por la sensación de flashback al siglo XIX y por el excelente paisaje que tienes la oportunidad de ver durante el lento ascenso. Por si esto fuera poco, hace una parada cada 45 mins en puntos estratégicos para llenar los inmensos depósitos de agua que en ese tiempo ya han sido transformados en vapor o derramados por el suelo. Los depósitos son como los de las películas del oeste, una pequeña torre con el depósito en lo alto y una gruesa manguera que cae hasta la locomotora.

Desgraciadamente, una fuga en el sistema de vapor hizo que el tren no pudiera llegar a su destino que es la estación de Coonor (1850mts) y se quedara lastimosamente tirado apenas a 400mts de la estación con un olor de haber quemado la junta de la culata que daba un poco de grima. Nos remolcaron desde allí hasta la estación donde cambiaron la locomotora por una de gasoil que ya nos llevó hasta Ooty sin más contratiempos.

Ha sido uno de los momentos más especiales de este viaje.