This people is crazy



Se dice que todo tiene un límite... ¿todo? ¿has vivido una semana de fallas?

Lo primero que notas al llegar es el ruido. Explosiones por todos lados, pequeñas, medianas y grandes. Huele a pólvora y cuando vas a girar la esquina de una calle dan ganas de asomarte antes, no sea que te estés metiendo en una manifestación y la policía esté cargando con balas de goma.

Pero no, giras la esquina y lo que te encuentras a es a quienes recogen el sentimiento y la esencia de Las Fallas... las falleras. Con esos trajes tan elaborados, donde no cabe un bordado más y sus característicos peinados y tocados en forma de ensaimada que tanto llaman la atención. El precio de un traje "arranca" en los 2000€, pero llegan a verdaderas fortunas... no hay límite.

Al lado de cada fallera, esta el fallero. El origen de las vestimentas falleras, son los trajes tradicionales valencianos y aquí que nadie se enfade, pero si la fallera ha pasado de agricultora a princesa, el fallero no. Ni falta que hace oiga, pero llama la atención el desfase de genero en la moda.

¿Y entre la fallera y el fallero que encontramos? pues una falla. Todo el mundo sabe lo que son, que luego las queman y todo eso, pero no todos las han visto en persona. Es difícil hacerse una idea de la complejidad, calidad y saber hacer artesano que los maestros falleros vuelcan en cada representación. Satira, burla, crítica, humor, sainete, denuncia... todo cabe, no hay límites. Todo un año de trabajo en los talleres para que las fallas estén listas cada año, llenas de detalles sin límite para al final quemarlas. Me van a perdonar, llamativo es, pero esto aun no lo entiende nadie. Aunque poniendo la mente a imaginar, tener que guardar las fallas de un año para otro es un lio. Por otro lado, enseñar las mismas fallas todos los años, igual no atraía a cientos de miles de personas... ¡A tomar por saco! ¡Bien quemadas están! ¡Viva el espectáculo! la fallera llorando a moco tendido y los bomberos regando las paredes de las casas para que no se queme la ciudad entera y ruido, mucho ruido...



Y hablando de ruido. La cultura del ruido, aquí se mama desde pequeño. Los niños de 8-12 van con sus cajas de petardos (acompañados por los padres) iniciándose en el arte de meter ruido y existe toda una progresión del petardeo, que va graduando la intensidad de los pepinazos en función de la edad. Todo va encaminado a la manifestación máxima del ruido por el ruido, osea la mascletá.

La mascletá es un espectáculo que no se puede explicar, hay que sentirlo, hay que experimentarlo, hay que vivirlo. No se puede contar (aunque lo estoy intentando) lo que es escuchar la "música" que componen los pirotécnicos a base de explosiones de "masclets". Durante algo más de 5mins, el suelo se mueve (no es una forma de hablar), sientes las explosiones en tu propio cuerpo, la gente chilla, se emociona, salta y cuando la última traca, la más fuerte, roza los 140 decibelios... todo cesa. Solo las alarmas de los coches sonando y los aplausos de la gente quedan flotando entre las nubes de pólvora quemada. Me cruzo con un guiri que se aleja desbocado al grito de "this people is crazy".

El único asomo de cordura es que en esto, si hay límite. En concreto no se pueden usar más de 120Kg de pólvora en una mascetá. De no ser así, los valencianos volarían la ciudad entera... total se podrían tirar el resto del año para volverla a reconstruir.

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