"No durmáis en Sihanoukville, es caro y desagradable" nos dijo el dueño del hotel donde nos alojábamos.

Pero como somos muy listillos y en la Lonely Planet decía que era una agradable ciudad costera con ambiente mochilero pues no hicimos ni puto caso. ¿Sabéis una cosa? Cuando te dan un consejo desinteresado, hay que seguirlo y punto.

Sihanoukville, era una ciudad portuaria, tranquila, que vivía de ser el único puerto profundo de Camboya y del turismo de mochileros que apreciaban su relajado ambiente y sus playas paradisíacas.

En en los últimos años sin embargo, y gracias a un acuerdo de exención de impuestos para las inversiones chinas, el panorama ha cambiado drásticamente. Ahora la ciudad es en un 90% propiedad de inversores chinos que están creando un nuevo Macao (Las Vegas chino). Actualmente hay 30 casinos en la ciudad y 70 más están en construcción. Los hoteles, restaurantes, supermercados, ahora son locales chinos para los chinos. Por supuesto, solo hablan chino.

Los edificios (rascacielos) están en construcción las 24h. Las calles están llenas de basura y literalmente parece que han sufrido un bombardeo.

En el 2018 vinieron 120.000 chinos (4 veces más que el año anterior) locos por jugar en los casinos. Dentro, la cerveza es gratis, pero los jugadores solo beben bebidas energéticas para aguantar sin dormir. Las mafias y delincuencia china se han instalado en la zona y son habituales los robos e incluso asaltos a punta de pistola (normalmente entre chinos). Se ha instaurado un barrio rojo donde campa la prostitución y el tráfico de drogas ha crecido.

En resumen, los 90.000 habitantes locales lo han perdido todo, están emigrando y literalmente aquello es china, pero china de la chunga. Es una historia muy triste de como la inversión extranjera mal encaminada, puede arruinar a la gente de un país.

A todo esto eramos ajenos, cuando llegamos en bus a las 22:00h, noche cerrada, pero con la tranquilidad de que teníamos una reserva de Booking.com en un hostel que estaba al lado de la estación.

Vale, pues no estaba. En la dirección de Booking, no estaba el hostel. Algunos locales camboyanos trataron de ayudarnos y llamamos por teléfono al alojamiento. Ahí es cuando nos dimos cuenta de que el hostel era chino y que no hablaban ni inglés ni jemer (camboyano). Nos despedimos de los locales agradecidos por su ayuda.

Usando el chat de Booking les pedí la dirección exacta. ¡Estaba a 4km! ¿Pero en qué cojon%&@ estaba pensando el dueño cuando se dio de alta en Booking? Coge un tuk-tuk y tira para allá. A los 100mts me tengo que bajar del tuk-tuk a empujar porque se queda atascado ante el nefasto estado de la calle. 30mins después, que fue el tiempo que el tuk-tuk necesitó para recorrer los 4kms de aquella zona de guerra llegamos a la dirección. Allí no había ningún hostel. Ni una luz. Toda la calle oscuras.

Me bajo del tuk-tuk y me dirijo a la primera (y unica) luz que veo a lo lejos. Allí me encuentro a una pareja china. Él, borracho como una cuba vomitando la cena, ella, sujetándole solícita la cabeza. Afortunadamente, ella, además de ser encantadora, hablaba perfectamente inglés. Mientras yo entretengo al novio, que se puso muy pesado (un borracho es un borracho), la novia pudo hablar por teléfono (en chino) con el dueño (chino) del hostel.

Estábamos a unos 100mts. La amable chica nos dijo que aquella zona era peligrosa y que fuéramos directos al hostel (me lo repitió 3 veces ¡glups!). Dicho y hecho. En la habitación (compartida), había un chino roncando a pierna suelta. Fue una noche encantadora.

Al día siguiente cogimos el ferry destino a Koh Rong, una isla paradisíaca de ambiente mochilero y con playas de arena blanca, a solo 45mins en lancha.



Y esta vez era lo prometido. Tranquilidad, relax, tumbona y baño nocturno con plancton bioluminiscente. Pero no creo que dure. Como hemos visto, los paraísos pueden ser barridos por los intereses del dinero con demasiada facilidad.

Ya no queda nada de Camboya en Sihanoukville. :-(




6:30 de la mañana, suena el despertador. A las 7:15 estamos puntuales en la parada del autobús pero el autobús no. Esperamos mientras me tomo un buen Pad Thai para desayunar (extra de picante por favor).

El autobús nos llevará desde Bangkok hasta Siem Reap donde visitaremos las ruinas de Angkor. Pero antes, tendremos que parar en la frontera con Camboya y gestionar el visado. El precio oficial del visado son 35$, pero una parte muy significativa del sueldo de los agente de frontera incluye los sobornos y mordidas a los turistas... veremos.

Viene el autobús y nos subimos con la panza llena. Unas horas después llegamos a la frontera. Nos bajamos y empiezan las colas... ¡rock&roll! Salir de Tailandia ha sido fácil y ahora desde la zona neutra que hay entre fronteras, nos enfrentamos al control de entrada en Camboya.

Mientras esperamos (otra) cola vemos un pequeño altar budista en un lateral. Tiene comida como ofrenda y de tanto en tanto, aparece una rata (si, si, una rata) y roba un trozo de pan. Es fascinante observarla, pero por fin me atienden en el mostrador.

Un chino moreno con un uniforme que le va 2 tallas pequeñas me atiende.

- El pasaporte está en mal estado.
- Esta como nuevo. A ver, dañado dónde.
- No bueno es que en la foto no se te reconoce.
- Ya bueno es que todos los occidentales somos iguales, usted fíjese bien.
- Esto va a llevar tiempo, pero por 15$ se puede agilizar.
- ¿Y no será posible por 5$?
- Por 5$ va a tardar mas...
- ¡Qué se me va el autobús!
- Pues eso...

Bueno, de todo lo dicho, solo una cosa pasó de verdad y fue lo de la rata. Lo demás habría sido cierto de no haber pagado 5$ a la agencia de viajes que como servicio extra, te "agilizan" todo el trámite. Imagino que sobornan a precios de distribuidor, osea menos margen para el agente, pero le garantiza un volumen alto de negocio. Todos contentos. Por una vez elegimos el camino fácil.

Una vez en Siem Reap, reservamos una excursión para ver el amanecer en Angkor. Otro madrugón a las 4:00am pero oye, la experiencia es única y la foto de la portada muestra la belleza del momento. Eso si, por experiencia única no me refiero a solitaria.  Como veis no eramos lo únicos sacando la dichosa foto.



Este año nos vamos a Camboya y luego visitaremos Laos. Pero con los vuelos a Camboya al precio de las angulas en navidad, decidimos que la mejor opción era viajar a Bangkok y luego pasar la frontera por tierra. Que sí, que no es lo más cómodo y tiene sus pegas, pero no solemos ser de caminos fáciles.

Total, que salimos de Madrid y (resumiendo) 18h después llegamos a Bangkok.

Puestos a elegir el camino difícil, llegaremos al hotel en transporte público, al fin y al cabo ¿quién quiere ir cómodamente en un taxi?

Te montas en el tren elevado y en 30 mins vas pasando de arrozales a rascacielos. Cuando sales del tren, el bofetón de calor húmedo es intenso Lo esperado, pero que esperes el bofetón no te quita de recibirlo. ¡Puf!

Ahora busca la parada de autobús. A ver, las paradas del autobús en Bangkok son como las cajeras amables del DIA, que las hay, pero que nadie las ha visto. Así que preguntamos y preguntamos y anduvimos y anduvimos hasta que finalmente encontramos la dichosa parada. Tras esperar 15 mins al sofocante solete, chorreando de sudor, subimos al autobús. Inmediatamente se nos escarchan las cejas con el aire acondicionado... pero no hay problema: se nos descongelan en 3 segs después de bajarnos. El trafico infernal, gracias.

Otra vez a andar (sin GPS ni internet) y claro, nos perdemos así que preguntamos. Un amable chaval, que está al lado de una barbacoa de cocodrilo (no es broma), nos indica por un callejón oscuro, húmedo, estrecho, vacío... ¡sin miedo! Pero el callejón serpentea y serpentea y no vemos el final y dudamos... hasta que descubrimos que era un callejón "de los de señora dentro". La señora, que nos ve con cara de cefalópodos perdidos, con amabilidad nos indica que estamos a menos de 20 mts del hotel girando a la izquierda. Por supuesto, nos lo pasamos casi 100 mts, pero en múltiples aproximaciones damos con el condenado alojamiento.

La recepcionista nos recibe con su más cálida sonrisa y nos da las malas noticias:

- Tengo que avisarles que estamos en zona de fiesta y que por la noche hay ruidos. Esperamos que a la 1:00 terminen.

- Como si caen bombas, danos la habitación que traemos tapones si hace falta.

Y no hicieron falta, porque estábamos tan cansados que dormimos 6 largas (e insuficientes) horas para coger el autobús que habría de llevarnos a Camboya... pero eso será para otra crónica.

Vale, igual hemos empezado un pelín fuerte...