Un día conviviendo con los Katu



Llegamos en moto a Ban Kok Phung Tai y bueno la primera impresión es intensa. Un nutrido grupo de hombres y mujeres están sentados tranquilamente fumando en una pipa de bambú llamada "bong". Los niños también, si, si, los niños también. Empiezan a fumar a los 3 años fundamentalmente por dos motivos: ahuyenta los malos espíritus y también a los mosquitos.

Y es que la etnia de los Katu es animista. Creen que todo tiene alma, incluidas las cosas inanimadas. Además, se rigen por un montón de reglas y si alguien rompe alguna de ellas, atrae los malos espíritus y entonces hay que sacrificar un animal. Por ejemplo, si das con los nudillos a una casa, la has liado parda y el único remedio es sacrificar un búfalo.

Con una tradición basada en la medicina tradicional, cuando alguien se pone enfermito, usan hierbas locales para sanarle. Si eso no funciona, le llevan al chamán. Si el chamán no le cura, le llevan al gurú. Si el gurú no le cura, le llevan a la medium. Si la medium no le cura, se muere. Así son las cosas entre los Katu.

Sin acceso a una educación reglada, los Katu creen en lo que ven y en lo que imaginan. Así, muchos piensan que la tierra es plana, que en las fotografías les pueden robar el alma, que la gente blanca lo es porque no trabaja y bebe mucha leche, que un apretón de manos puede transmitir magia negra y que hacer planes a futuro atraerá la mala suerte. Con estas perspectivas, la mayoría no han salido ni saldrá jamás de su pueblo. Es más, está mal visto salir de él.

Pero hay una sorpresa más... son polígamos. Siendo una cultura tan tradicional es el hombre el que desposa a las mujeres y de media cada hombre tiene 5 mujeres. Vaya estrés.

Viven en una unidad familiar hasta que mueren los padres. No hacerlo traería mala suerte. Y solo a su muerte, los hermanos/as se separan para formar sus respectivos núcleos (ya con sus mujeres e hijos). El número medio de habitantes de una casa es de unos 24, pero hay casas en el pueblo de hasta 69. Aclaro, no son casas de 30 dormitorios con 5 cuartos de baño. Básicamente son dos estancias, el dormitorio-comedor y la cocina. Os hacéis una idea.

Todo esto y más nos va contando el Capitán Hook, que es nuestro anfitrión y guía dentro de la aldea. Aprendió inglés hablando con los turistas y es un bicho raro entre los suyos. El tío se escapó de adolescente, viajó fuera de Laos y aunque le engañaron para casarle tuvo relaciones extramatrimoniales (lo cual atrajo la ruina en sacrificios de animales para su familia). Pero gracias a Mr. Hook, tenemos la suerte de poder conocer su cultura y pasar la noche con él y su nutrida familia.

Pero antes, cenar. Cenamos con la familia... aquí se hace todo en familia. Mientras la mitad ve la TV (si, si, tienen una y para mi que debe ser la única de la aldea), el resto de la familia cena con nosotros. Barbacoa de pollo con verduras, noodles y arroz. Todo al medio... ¡espabila! el último no pilla pollo. Comemos hasta no poder más.

Toca dormir. Parece ser que si "los blancos" durmieran en el pueblo, eso supondría sacrificar 2 docenas de búfalos, así que nos tienen preparado el alojamiento en un cafetal a 1km de la aldea. Linternas en mano, nos acompañan 3-4 integrantes de la familia y por el camino van cazando grillos, saltamontes y alguna pequeña rana. ¿Para qué los cogéis? les pregunto. Pues para comerlos por supuesto. Les ayudamos en la cacería y para cuando llegamos a nuestros dormitorios el botín de bichos es considerable.

¿Pensabais que la fiesta había acabado? pues no. Montan un fuego, mientras limpian los grillos y demás ortópteros y los cocinan. Oye, fuera prejuicios culturales, están buenos, buenos... no es broma.



El día dio para mucho y podría contaros muchas más cosas sobre los Katu, pero creo que os hacéis una idea de que un día con ellos es toda una experiencia.