Esta entrada no es graciosa, de hecho es un poco incómoda, pero también hay que decirlo. El turismo se lo carga todo.

Los paraísos dejan de serlo. Las playas vírgenes pierden la virginidad. Los tranquilos pueblos de pescadores y los rurales se convierten en escaparates de souvenirs y granjas de engorde para turistas. Los modos de vida tradicionales mueren y son sustituidos por gente atada a una tienda, a un hotel, a un restaurante... el turismo es la bendición para su desarrollo económico y la peste para su tradicional estilo de vida. El medio ambiente colapsa a medida que el desarrollo económico que trae el turismo lo degrada. Los animales pierden sus ecosistemas. Los plásticos... ¡joder con los plásticos! Puedo asegurar que si no se pone coto a los plásticos en Asia, da igual lo que hagamos en el resto del mundo.

Pues este es el escenario, un poco apocalíptico y cuanto más viajo, con los años, más evidente se me hace el cambio. Y no, no voy a eludir la responsabilidad de ser un turista más. Lejos de ser parte de la solución, soy más bien parte del problema.

Por eso, cuando viajo trato de practicar un turismo responsable. Si quiero viajar (y quiero) trato de que mi paso genere alguna influencia positiva (y no solamente un chorreo de pasta) y voy a poner un par de ejemplos.

Por una serie de desafortunadas elecciones, nuestro viaje acabó con dos días colgados en Chiang Mai (Tailandia).

El primer día paseamos por la ciudad visitando templos y para descansar, a mitad de día, nos dimos un masaje tradicional tailandés. La diferencia es que, en vez de ir a un SPA, fuimos a la cárcel de mujeres de Chaing Mai. Durante su condena las reclusas reciben formación sobre el arte milenario del masaje tailandés y desarrollan sus prácticas en un anexo de la prisión. El dinero que recauda cada reclusa se guarda y lo recibe al finalizar su condena. Así, sale a la calle con formación acreditada para un trabajo y dinero para empezar.

El segundo día la cosa fue de elefantes. Los elefantes, símbolo nacional en Tailandia, se han quedado sin hábitat. Salvajes en libertad solo quedan poco más de 1.000, mientras que domesticados son algo más de 3.000 (en 1.901 eran unos 100.000). Hasta hace unos años se usaban como atracción turística para cargar turistas por la selva. De hecho, hace 10 años fuimos cómplices de esta actividad sin ser conscientes del drama del elefante en Tailandia. 
 
Conscientes esta vez si de la situación, fuimos a visitar un santuario de elefantes (Elephant Nature Park). Esta organización rescata y cuida elefantes que antes eran dedicados a cargar turistas u otros trabajos de carga. Estuvimos con 3 elefantas durante todo el día. Les preparamos la comida, les dimos de comer y nos fuimos a hacer un trekking por la montaña con ellas. Ojo, andando con ellas, no sobre ellas. Luego nos bañamos en una charca elefantas y humanos. Practiqué uno de los deportes locales: el lanzamiento de zurullo de elefante. Finalmente les volvimos a dar de comer. Es alucinante lo que comen... se pasan el día comiendo. Zampan el 10% de su peso ¡cada día! Eso hace 150kg de comida. Son unos animales formidables y aunque la visita no era precisamente barata, sabes que estás financiando a una entidad con principios éticos que los rescata, les proporciona buenos cuidados y algo de dignidad el resto de su larga vida (80 años).

Pero viajando también:

  • Si se puede y es seguro, relleno la botella en vez de comprar agua.
  • Rechazo tantas bolsas de plástico como puedo.
  • En vez de contribuir a la contaminación en las ciudades ando como si fuera un peregrino.
  • Como comida local en sitios locales.
  • Si compro artesanía, que sea respetuosa con el medio ambiente y de materiales sostenibles.
  • Recientemente estoy estudiando opciones para compensar la huella de CO2 por el viaje en avión.


Ya se lo que estará pensando alguno. "Menudo hipócrita que es este tío, con la buena acción del día calma su conciencia y sigue turistificando el planeta". Bueno, me gusta viajar y trato de que el viaje impacte lo menos posible y deje más cosas buena que malas, pero obviamente, no puedo salvar el planeta.

Ese es mi nivel de compromiso ¿Cual es el tuyo?


Llegamos en moto a Ban Kok Phung Tai y bueno la primera impresión es intensa. Un nutrido grupo de hombres y mujeres están sentados tranquilamente fumando en una pipa de bambú llamada "bong". Los niños también, si, si, los niños también. Empiezan a fumar a los 3 años fundamentalmente por dos motivos: ahuyenta los malos espíritus y también a los mosquitos.

Y es que la etnia de los Katu es animista. Creen que todo tiene alma, incluidas las cosas inanimadas. Además, se rigen por un montón de reglas y si alguien rompe alguna de ellas, atrae los malos espíritus y entonces hay que sacrificar un animal. Por ejemplo, si das con los nudillos a una casa, la has liado parda y el único remedio es sacrificar un búfalo.

Con una tradición basada en la medicina tradicional, cuando alguien se pone enfermito, usan hierbas locales para sanarle. Si eso no funciona, le llevan al chamán. Si el chamán no le cura, le llevan al gurú. Si el gurú no le cura, le llevan a la medium. Si la medium no le cura, se muere. Así son las cosas entre los Katu.

Sin acceso a una educación reglada, los Katu creen en lo que ven y en lo que imaginan. Así, muchos piensan que la tierra es plana, que en las fotografías les pueden robar el alma, que la gente blanca lo es porque no trabaja y bebe mucha leche, que un apretón de manos puede transmitir magia negra y que hacer planes a futuro atraerá la mala suerte. Con estas perspectivas, la mayoría no han salido ni saldrá jamás de su pueblo. Es más, está mal visto salir de él.

Pero hay una sorpresa más... son polígamos. Siendo una cultura tan tradicional es el hombre el que desposa a las mujeres y de media cada hombre tiene 5 mujeres. Vaya estrés.

Viven en una unidad familiar hasta que mueren los padres. No hacerlo traería mala suerte. Y solo a su muerte, los hermanos/as se separan para formar sus respectivos núcleos (ya con sus mujeres e hijos). El número medio de habitantes de una casa es de unos 24, pero hay casas en el pueblo de hasta 69. Aclaro, no son casas de 30 dormitorios con 5 cuartos de baño. Básicamente son dos estancias, el dormitorio-comedor y la cocina. Os hacéis una idea.

Todo esto y más nos va contando el Capitán Hook, que es nuestro anfitrión y guía dentro de la aldea. Aprendió inglés hablando con los turistas y es un bicho raro entre los suyos. El tío se escapó de adolescente, viajó fuera de Laos y aunque le engañaron para casarle tuvo relaciones extramatrimoniales (lo cual atrajo la ruina en sacrificios de animales para su familia). Pero gracias a Mr. Hook, tenemos la suerte de poder conocer su cultura y pasar la noche con él y su nutrida familia.

Pero antes, cenar. Cenamos con la familia... aquí se hace todo en familia. Mientras la mitad ve la TV (si, si, tienen una y para mi que debe ser la única de la aldea), el resto de la familia cena con nosotros. Barbacoa de pollo con verduras, noodles y arroz. Todo al medio... ¡espabila! el último no pilla pollo. Comemos hasta no poder más.

Toca dormir. Parece ser que si "los blancos" durmieran en el pueblo, eso supondría sacrificar 2 docenas de búfalos, así que nos tienen preparado el alojamiento en un cafetal a 1km de la aldea. Linternas en mano, nos acompañan 3-4 integrantes de la familia y por el camino van cazando grillos, saltamontes y alguna pequeña rana. ¿Para qué los cogéis? les pregunto. Pues para comerlos por supuesto. Les ayudamos en la cacería y para cuando llegamos a nuestros dormitorios el botín de bichos es considerable.

¿Pensabais que la fiesta había acabado? pues no. Montan un fuego, mientras limpian los grillos y demás ortópteros y los cocinan. Oye, fuera prejuicios culturales, están buenos, buenos... no es broma.



El día dio para mucho y podría contaros muchas más cosas sobre los Katu, pero creo que os hacéis una idea de que un día con ellos es toda una experiencia.


En la vida hay gente buena y gente mala.

Hablemos primero de la gente mala. Supongo que lo que prima en su cabeza es el egoísmo. Piensan en su beneficio incluso, o precisamente, aprovechándose de los demás. Afortunadamente, hay una característica de la gente chunga y es que es poca... mucha menos de la que pensamos.

Sin embargo, la hay... Que sean pocos no es un consuelo cuando te encuentras con uno y lo sufres. Así que cuando el conductor del transporte que debía cruzarnos desde Camboya a Laos decidió "desaparecer" durante el trámite de pago del visado de entrada, nos quedamos tirados en una frontera desierta, en la que solo había vacas pastando, sin dinero laosiano y a 20kms del lugar habitado más cercano.

Y es en esta parte de la historia cuando aparece la gente buena. Gente que si ve que alguien necesita ayuda y está en su mano, se la ofrece sin esperar a cambio otra cosa que la satisfacción de haber sacado del apuro al otro. Afortunadamente, hay muchísima gente buena... mucha más de la que pensamos. Así que cuando tengas problemas, ten confianza, porque es muy probable encontrar gente buena que te ayude.

Así que perdidos en mitad de ninguna parte y sin opciones de transporte apareció, no se sabe muy bien de dónde, Bao. Nos dice que ha venido a recoger a un par de clientes, pero que han tenido un problema y llegarán mañana, así que se ofrece a llevarnos sin cobrarnos nada hasta el destino. Incuso nos ofrece los billetes de bote de sus clientes por si los nuestros son un timo. Era una proposición tan buena, que parecía mentira. Nos tuvo que convencer con su franca sonrisa y nos fuimos con él.

Bao trabaja en una empresa que cultiva fruta de la pasión a la que por supuesto nos invitó a visitar si queríamos. Era un tío humilde, humilde... muy buena gente, al que cada vez que le dábamos las gracias nos repetía. "Al contrario. Gracias a vosotros, mi día ha sido util." Que grande Bao.

Al final llegamos a Don Det, una de las islas fluviales de la zona llamada las 4000 islas en el río Megkong. Un remanso de paz, tranquilidad, hamacas, cascadas, bicicletas, arrozales, buena comida y disfrute de ambiente mochilero.

¡¡Gracias Bao!!




"No durmáis en Sihanoukville, es caro y desagradable" nos dijo el dueño del hotel donde nos alojábamos.

Pero como somos muy listillos y en la Lonely Planet decía que era una agradable ciudad costera con ambiente mochilero pues no hicimos ni puto caso. ¿Sabéis una cosa? Cuando te dan un consejo desinteresado, hay que seguirlo y punto.

Sihanoukville, era una ciudad portuaria, tranquila, que vivía de ser el único puerto profundo de Camboya y del turismo de mochileros que apreciaban su relajado ambiente y sus playas paradisíacas.

En en los últimos años sin embargo, y gracias a un acuerdo de exención de impuestos para las inversiones chinas, el panorama ha cambiado drásticamente. Ahora la ciudad es en un 90% propiedad de inversores chinos que están creando un nuevo Macao (Las Vegas chino). Actualmente hay 30 casinos en la ciudad y 70 más están en construcción. Los hoteles, restaurantes, supermercados, ahora son locales chinos para los chinos. Por supuesto, solo hablan chino.

Los edificios (rascacielos) están en construcción las 24h. Las calles están llenas de basura y literalmente parece que han sufrido un bombardeo.

En el 2018 vinieron 120.000 chinos (4 veces más que el año anterior) locos por jugar en los casinos. Dentro, la cerveza es gratis, pero los jugadores solo beben bebidas energéticas para aguantar sin dormir. Las mafias y delincuencia china se han instalado en la zona y son habituales los robos e incluso asaltos a punta de pistola (normalmente entre chinos). Se ha instaurado un barrio rojo donde campa la prostitución y el tráfico de drogas ha crecido.

En resumen, los 90.000 habitantes locales lo han perdido todo, están emigrando y literalmente aquello es china, pero china de la chunga. Es una historia muy triste de como la inversión extranjera mal encaminada, puede arruinar a la gente de un país.

A todo esto eramos ajenos, cuando llegamos en bus a las 22:00h, noche cerrada, pero con la tranquilidad de que teníamos una reserva de Booking.com en un hostel que estaba al lado de la estación.

Vale, pues no estaba. En la dirección de Booking, no estaba el hostel. Algunos locales camboyanos trataron de ayudarnos y llamamos por teléfono al alojamiento. Ahí es cuando nos dimos cuenta de que el hostel era chino y que no hablaban ni inglés ni jemer (camboyano). Nos despedimos de los locales agradecidos por su ayuda.

Usando el chat de Booking les pedí la dirección exacta. ¡Estaba a 4km! ¿Pero en qué cojon%&@ estaba pensando el dueño cuando se dio de alta en Booking? Coge un tuk-tuk y tira para allá. A los 100mts me tengo que bajar del tuk-tuk a empujar porque se queda atascado ante el nefasto estado de la calle. 30mins después, que fue el tiempo que el tuk-tuk necesitó para recorrer los 4kms de aquella zona de guerra llegamos a la dirección. Allí no había ningún hostel. Ni una luz. Toda la calle oscuras.

Me bajo del tuk-tuk y me dirijo a la primera (y unica) luz que veo a lo lejos. Allí me encuentro a una pareja china. Él, borracho como una cuba vomitando la cena, ella, sujetándole solícita la cabeza. Afortunadamente, ella, además de ser encantadora, hablaba perfectamente inglés. Mientras yo entretengo al novio, que se puso muy pesado (un borracho es un borracho), la novia pudo hablar por teléfono (en chino) con el dueño (chino) del hostel.

Estábamos a unos 100mts. La amable chica nos dijo que aquella zona era peligrosa y que fuéramos directos al hostel (me lo repitió 3 veces ¡glups!). Dicho y hecho. En la habitación (compartida), había un chino roncando a pierna suelta. Fue una noche encantadora.

Al día siguiente cogimos el ferry destino a Koh Rong, una isla paradisíaca de ambiente mochilero y con playas de arena blanca, a solo 45mins en lancha.



Y esta vez era lo prometido. Tranquilidad, relax, tumbona y baño nocturno con plancton bioluminiscente. Pero no creo que dure. Como hemos visto, los paraísos pueden ser barridos por los intereses del dinero con demasiada facilidad.

Ya no queda nada de Camboya en Sihanoukville. :-(




6:30 de la mañana, suena el despertador. A las 7:15 estamos puntuales en la parada del autobús pero el autobús no. Esperamos mientras me tomo un buen Pad Thai para desayunar (extra de picante por favor).

El autobús nos llevará desde Bangkok hasta Siem Reap donde visitaremos las ruinas de Angkor. Pero antes, tendremos que parar en la frontera con Camboya y gestionar el visado. El precio oficial del visado son 35$, pero una parte muy significativa del sueldo de los agente de frontera incluye los sobornos y mordidas a los turistas... veremos.

Viene el autobús y nos subimos con la panza llena. Unas horas después llegamos a la frontera. Nos bajamos y empiezan las colas... ¡rock&roll! Salir de Tailandia ha sido fácil y ahora desde la zona neutra que hay entre fronteras, nos enfrentamos al control de entrada en Camboya.

Mientras esperamos (otra) cola vemos un pequeño altar budista en un lateral. Tiene comida como ofrenda y de tanto en tanto, aparece una rata (si, si, una rata) y roba un trozo de pan. Es fascinante observarla, pero por fin me atienden en el mostrador.

Un chino moreno con un uniforme que le va 2 tallas pequeñas me atiende.

- El pasaporte está en mal estado.
- Esta como nuevo. A ver, dañado dónde.
- No bueno es que en la foto no se te reconoce.
- Ya bueno es que todos los occidentales somos iguales, usted fíjese bien.
- Esto va a llevar tiempo, pero por 15$ se puede agilizar.
- ¿Y no será posible por 5$?
- Por 5$ va a tardar mas...
- ¡Qué se me va el autobús!
- Pues eso...

Bueno, de todo lo dicho, solo una cosa pasó de verdad y fue lo de la rata. Lo demás habría sido cierto de no haber pagado 5$ a la agencia de viajes que como servicio extra, te "agilizan" todo el trámite. Imagino que sobornan a precios de distribuidor, osea menos margen para el agente, pero le garantiza un volumen alto de negocio. Todos contentos. Por una vez elegimos el camino fácil.

Una vez en Siem Reap, reservamos una excursión para ver el amanecer en Angkor. Otro madrugón a las 4:00am pero oye, la experiencia es única y la foto de la portada muestra la belleza del momento. Eso si, por experiencia única no me refiero a solitaria.  Como veis no eramos lo únicos sacando la dichosa foto.



Este año nos vamos a Camboya y luego visitaremos Laos. Pero con los vuelos a Camboya al precio de las angulas en navidad, decidimos que la mejor opción era viajar a Bangkok y luego pasar la frontera por tierra. Que sí, que no es lo más cómodo y tiene sus pegas, pero no solemos ser de caminos fáciles.

Total, que salimos de Madrid y (resumiendo) 18h después llegamos a Bangkok.

Puestos a elegir el camino difícil, llegaremos al hotel en transporte público, al fin y al cabo ¿quién quiere ir cómodamente en un taxi?

Te montas en el tren elevado y en 30 mins vas pasando de arrozales a rascacielos. Cuando sales del tren, el bofetón de calor húmedo es intenso Lo esperado, pero que esperes el bofetón no te quita de recibirlo. ¡Puf!

Ahora busca la parada de autobús. A ver, las paradas del autobús en Bangkok son como las cajeras amables del DIA, que las hay, pero que nadie las ha visto. Así que preguntamos y preguntamos y anduvimos y anduvimos hasta que finalmente encontramos la dichosa parada. Tras esperar 15 mins al sofocante solete, chorreando de sudor, subimos al autobús. Inmediatamente se nos escarchan las cejas con el aire acondicionado... pero no hay problema: se nos descongelan en 3 segs después de bajarnos. El trafico infernal, gracias.

Otra vez a andar (sin GPS ni internet) y claro, nos perdemos así que preguntamos. Un amable chaval, que está al lado de una barbacoa de cocodrilo (no es broma), nos indica por un callejón oscuro, húmedo, estrecho, vacío... ¡sin miedo! Pero el callejón serpentea y serpentea y no vemos el final y dudamos... hasta que descubrimos que era un callejón "de los de señora dentro". La señora, que nos ve con cara de cefalópodos perdidos, con amabilidad nos indica que estamos a menos de 20 mts del hotel girando a la izquierda. Por supuesto, nos lo pasamos casi 100 mts, pero en múltiples aproximaciones damos con el condenado alojamiento.

La recepcionista nos recibe con su más cálida sonrisa y nos da las malas noticias:

- Tengo que avisarles que estamos en zona de fiesta y que por la noche hay ruidos. Esperamos que a la 1:00 terminen.

- Como si caen bombas, danos la habitación que traemos tapones si hace falta.

Y no hicieron falta, porque estábamos tan cansados que dormimos 6 largas (e insuficientes) horas para coger el autobús que habría de llevarnos a Camboya... pero eso será para otra crónica.

Vale, igual hemos empezado un pelín fuerte...

Pues venia yo en moto desde Sevilla, con 34ºC, tostado, cansado y deshidratado. ¿Donde estoy? ¿Que me queda cerca? Trujillo. Sitio histórico, tranquilo y conveniente.

Localizo en Booking una pequeña, barata y bien valorada pensión en la misma plaza. Llamo directamente para reservar. Suena al teléfono una voz somnolienta. Se sorprende de que llame directamente porque poca gente lo hace ya. Alucina totalmente cuando le digo que es para que Booking no le pegue la mordida... eso si que no se lo ha hecho nadie.

35mins después la dueña me está abriendo la puerta de la habitación. Es una señora de unos 55, con una mezcla de maruja rural, drag queen sin maquillar y luchadora de sumo. Tiene los labios de alguien que ha pasado por quirófano con el resultado de la certera destrucción de cualquier belleza buscada.

Intenta hacer el checking en una app desde un móvil con la pantalla rota.
- Vaya, no va internet. Es que cuando subo y bajo me val mal.
- No se preocupe, me hago cargo, soy informático y se que esas cosas pasan. Apague el wifi y vuelva a encenderlo.
- Ahora si, ahora si... que bueno es saber.

Me cobra la habitación pero comienza hablarme con la mirada baja, mientras retuerce las llaves en las manos.
- ¿Eres informático? es que estoy desesperada, se me ha roto el portátil, me ha dejado mi sobrino una ¿torre se dice?, pero no se conectarla al wifi, en Trujillo no hay nadie que me ayude, tendría que venir alguien de Cáceres, pero me van a cobrar mucho y me van a timar porque de informática no se nada. Si puedes echarle un vistazo, te pagaría lo que me dijeras.
- Claro. Deja que me cambie y bajo.

Bajo a los 15mins, total en la calle hace tanto calor que no iba a salir. Tiene un PC, está hecho unos zorros... ¿como se va a conectar al wifi si no tiene wifi el ordenador? pero en informática para todo hay soluciones. Me pongo a ello y mientras me va contando...

- Yo nací aquí. Me quede soltera y no tuve hijos para ser libre. Estudié la diplomatura de turismo para que me pagaran mientras viajaba por el mundo. También tengo todos los carnets de camiones porque estuve intentando presentarme a las oposiciones de bombero. Pero no tuve demasiada suerte, claro que siendo mujer y en los 80... igual no lo pensé bien. He trabajado de muchas cosas. Ahora estoy atrapada en Trujillo, pero no quiero morirme aquí. Algún día alquilaré la pensión y me iré a ver mundo... tengo que hacerlo en algún momento ¿Sabes que llamé al programa de Buenafuente?  salí en directo y como estaba aprendiendo ingles me pagó un fin de semana a Londres. Pero como no sabía ingles no me enteré de nada la verdad. Pero la música inglesa me gusta, mis favoritos INXS, pero durante me vida he ido a todos los conciertos que he podido. Estuve viendo a Mark Knopfler en Gredos en el 2015, estaba cerquita del escenario, pero iba con prismáticos para verlo bien y dio todo el concierto sentado en una silla. Claro está mayor, es lo que tiene la edad. Se nos están muriendo los músicos buenos. ¿De que murió David Bowie? Ah si de cancer... eso cuando te toca... yo tenia un noviete hace muchos años y el día de mi cumpleaños (el 13 de Julio) me llamaron, yo pensaba que era para felicitarme, pero no, era para decirme que se había muerto. Cancer cerebral. Lo recuerdo porque fue el día que mataron a Miguel Angel Blanco. Por la mañana enterré a mi novio y por la tarde fui con las manos pintadas de blanco a la manifestación... fue un día terrible. ¿Sabes? A veces la vida es terrible. ¿Fumas? yo tampoco, lo dejé hace 3 años y bastante bien, pero claro, he engordado mucho ¿Sabes que...?

Y como yo no sabía nada, pues siguió contando, muchas, muchas cosas más. Ilusiones pero sobretodo fracasos. De todos ellos hablaba sin rencor y enfilaba la historia hacia el siguiente desastre. Era hipnótico escucharla mientras rellenaba botecitos con gel (azul) y champú (ambar) para los baños de la pensión. Me sentía como inmerso en una película manchega de Almodovar.

En 90mins le deje el ordenador en estado de revista. Quiso pagarme pero me negué. Se deshizo en agradecimientos. Me despedí con dos besos.

Solo espero que a partir de ese momento incluya en sus anécdotas positivas la de un tipo que vino a su Pensión, le prestó su ayuda porque pudo y porque quiso y lo único que se llevo a cambio fue la historia de su vida.