La tarde deja paso a una noche cerrada, estrellada, con apenas una chispa de luz lunática. Pesados como tanques, cual comandos de las fuerzas especiales en una misión, vamos dejando profundas huellas en la arena hasta alcanzar el agua. En el agua flotamos, nos volvemos ligeros, ingrávidos y comenzamos a nadar alejándonos de las tenues luces que definen la costa, hacia la oscuridad.
Y nadamos, nadamos, parece que no dejaremos de nadar en toda la noche. Sin luz, sin referencias, solo mueves las aletas y confías en que avanzas. La costa son solo lejanos puntitos cada vez más tenues. A decir verdad, acojona.
Entonces se te ocurre mirar bajo el agua. Sobre el negro absoluto, vamos dejando un torbellino de lucecitas que se encienden y se apagan. Cientos de puntos de luz generados por el movimiento de nuestras aletas al roce con el plancton bioluminiscente. Excitación.
Eric nos avisa. Hemos llegado. Es tiempo de bajar. Encendemos nuestras linternas. Nos hundimos.
Abismo. Solo se ve lo que ilumina el haz de tu linterna. Bajamos 20mts. Si no fuera por la referencia del computador, lo mismo podríamos estar a 2 que a 200 mts. No hay arriba ni abajo, solo la pared del arrecife de coral. Fuera de la pared, un abismo negro e infinito que se traga la luz de las linternas como si fuera un agujero negro. No hay fondo.
El coral se muestra en toda su belleza. Con nuestras linternas, podemos ver los colores reales del arrecife y son increíbles. Durante el día, la luz del sol a esa profundidad te priva de los colores más intensos, especialmente los rojos. Con las sombras de la linterna descubrimos que el arrecife es un gran queso de gruyere, repleto de cuevas, oquedades y en todas ellas hay vida.
Casi no hay peces, la mayoría duerme en otros lugares, profundos. Pero miles de ojos brillan con nuestras linternas, gambas con colores rabiosos o por el contrario con camuflajes casi perfectos, cangrejos de tantas formas y tamaños, nudibránqueos y gusanos de colores eléctricos, alguna langosta. Encontramos enormes y coloridos peces loros dormidos en oquedades a salvo de los depredadores. No salen de su agujero a pesar de que Eric los estimula con una varilla. Una tortuga que dormía sobre una esponja y que ha tenido la mala suerte de topar con nosotros, se despereza y emprende el vuelo. Un cardumen de peces (recuerdan a una bandada de estorninos) en continuo movimiento protegidos por el numero y el tamaño que representan. ¿Quizás duermen?
No pasan 30 segs sin ver algo interesante, diferente, que no has visto hasta entonces. Mucha de esta vida es solo nocturna. Ademas, al no haber peces, tu atención no se distrae y te permite ver otras cosas. De vez en cuanto miras al abismo y tomas conciencia de donde estás. Casi ha pasado una hora, es tiempo de salir.
No hay fotos y aunque como ya dije, soy de memoria frágil, mi primera inmersión nocturna es una de esas experiencias que se que no voy a olvidar jamás.
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