Lo primero que me viene a la cabeza al llegar: los peajes. Una de las medias económicas recaudatorias en Portugal durante la crisis fue convertir en "de pago" todas la autopistas del país. Para que el tráfico sea fluido, han ideado un sistema en el que asocias tu matricula a tu tarjeta de crédito y cuando pasas por los arcos con cámaras que tienen cada cierto tiempo pues "te domicilian" el pago. Claro esto exige el trámite previo del registro de tu matrícula.
Me paro en el puesto automático. Detecta mi presencia. Me habla en portugués, ingles, alemán y español. Introduzco mi tarjeta de crédito y entonces veo que hay una cámara delante para leer la matrícula. Las motos no tienen matricula delante, así que imagino que detrás habrá otra cámara. Cuando sale el recibo en la matricular figura la palabra "ERROR". Miro para atrás, no hay cámara. Miro a un lado y a otro y no hay nadie. Cabreo.
¡A la mierda! selecciono en el navegador GPS la opción "evitar peajes" y ya que estoy también "evitar autopistas". Total ¿quien quiere ver Portugal desde una autopista?
Me consuelo en la Casa do Polvo Tasquinha, en Santa Luzia. El polvo lagareira que me sirven me dibuja una sonrisa la cara y me da la felicidad que necesitaba.
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