Forastero, no debiste cruzar el... ¿Gualdalquivir?


Amanece en Trujillo.

He dormido como un lirón. Remoloneo (que novedad). Me levanto tranquilamente. Me meto un desayuno contundente en el bufet del hotel. El móvil dice que hace 14ºC. No me fío... saco todo el arsenal contra el frío. Tiempo tendré de arrepentirme.

Ya en la carretera, voy camino del pueblo Don Benito... calentando. Que si, que no solo se hace en las carreras, que hasta que no llevas unos kms en marcha, el motor no tira, las ruedas no agarran y la confianza no llega.

Aun estoy en Extremadura, pero el panorama ya atufa a Andalucía. Aún hay dehesas y gorrinos, pero empiezan a predominar los olivares, las almazaras, los cortijos y según me acerco al Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla se intensifica esa sensación de haber cruzado Despeñaperros.

Las curvas de esta serranía vuelven a darme buenas sensaciones sobre la moto.

Son las 13:00 y echo gasolina. El gasolinero (fuera de las autopistas y las ciudades aun existen), me dice: "En la moto hay que abrigarse ¿no?". El comentario y el calor me hacen consciente de que igual voy un pelín pasado de abrigo. El sol LED del día anterior se ha convertido en un sol halógeno, alumbra y calienta... bueno, supongo que el viento de la velocidad me mantendrá fresco.

Tres horas después, los contundentes 30ºC que veo marcados en el termómetro de una gasolinera ya cerca de Sevilla me doblegan. Paro a quitarme los putos pantalones de cordura... estoy chorreando.

Recordatorio: no ser tan cabezón, si te vas a quitar ropa, quítatela cuando toca y no sudes durante horas.

El plan era quedarme en Sevilla a visitar a unos familiares, pero, cosas de la vida no consigo contactar con ellos. Pienso que no me seduce la idea de quedarme en Sevilla y cambio de planes (esto empieza a ser una constante).

Miro el mapa y esa mancha verde que es Doñana se hace tan inmensa que aunque quiera no podría ir a otro sitio... recuerdo haber estado en El Rocío hace años y de repente llegar a tiempo para ver atardecer sobre el Charco de la Boca se convierte en una cuestión de honor. Retuerzo la oreja de la moto.

Entro en el pueblo por su calle principal, tambaleante por la arena del suelo. Adelanto a tres tipos a caballo que me miran con la misma curiosidad que yo a ellos. Casi me caigo a sus pies (de los caballos).

Que puedo decir del Rocío, religión al margen claro. Es ese pueblo que parece del oeste, donde las calles siguen siendo de arena. Ese pueblo donde, en vez de aparcamientos, hay amarraderos de madera donde atar los caballos. El atardecer (al que llego), emociona.



Son las 23:00 y El Rocío es un desierto. Mientras escribo estas palabras, acabo de cenar en el único sitio abierto. Llega un francés con su hijo. ¿Ils ont paella por le diner?. El camarero 1 pone la cara del Fary. "Que quieren paella" le traduce el camarero 2. Por supuesto... mientras sea para llevar. Mientras pago, me pregunto que mierda de arroz les darán a estas horas...

Son las 24:00. Hay paz en El Rocío, pero mientras ando por sus calles desiertas, no se si soy el bueno, el feo o el malo.

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