Llegamos al final del destino: Hong Kong.

Hong Kong no son solo sus cientos de enormes rascacielos. Tampoco los andamios de bambú que cubren sus fachadas hasta donde los andamios de metal colapsarían por su propio peso. Ni tampoco el hecho de que puedas pasar de uno a otro a través de pasarelas sin que necesites siquiera pisar la calle. Tampoco los rojos y enormes taxis de 5+1 plazas que recorren sus calles. Ni el espectacular juego de luces nocturno de su skyline, ni los electrizantes neones de sus calles que cuelgan desafiando las leyes de la gravedad. Tampoco sus mercados, nocturnos y diurnos, donde encuentras todo tipo de quincalla.

Desde luego no son solo los tranvías eléctricos de dos pisos que aun recorren sus calles no dejándose avasallar por los double-decker buses. Tampoco cruzar el puerto Victoria en el mítico Star Ferry que todos los días pasa 70000 personas en este trayecto. Tampoco el parque que recuerda donde estuvo hasta hace solo 20 años la peligrosa Kowloon, la que fue la ciudad más densamente poblada de la historia de la humanidad (13.000hab/hectárea).

Tampoco lo es alojarse en alguno de los "Mansions", edificios supuestamente residenciales pero en los que conviven residentes, con Pensiones, con restaurantes, con tiendas, con... lo que sea y que mezcla todo tipo de nacionalidades. Tampoco esos característicos charcos de agua de las aceras que conviene evitar porque son formados por los cientos de aires acondicionados que decenas de metros más arriba escupen grandes gotas de condensación hacia la calle.

Hong Kong no es las firmas de moda internacionales que parecen tener su central en esta ciudad. Ni tampoco ver una cola de 50 personas en la tienda de Prada esperando para entrar a comprar porque en el interior de la enorme tienda solo permiten estar a 5 clientes para poder darles el servicio que merecen. Ni es ver los helicópteros aterrizar en los helipuertos de los hoteles de lujo con los VIP que vienen del aeropuerto. Ni la miríada de tiendas de tecnología que están salpicadas por la ciudad y entre las que se intercalan a espacios regulares modistos que quieren hacerte un traje a medida y vendedores de relojes falsos de marca que te acosan por igual.

Hong Kong no son 35º a la sombra, con una humedad del 80% y una sensación térmica de 43ªC. Tampoco pasar en 3 segundos a 18º en sus centros comerciales.

En realidad Hong Kong es todo eso... todo eso y mucho más... Hong Kong es pura adrenalina.

Hoy no os voy a contar lo que costó llegar hasta aquí... que costó (cuantos cambios de autobús, inundaciones, etc.), sino para hablaros de Shaxi.

Shaxi es una ciudad detenida en el tiempo, con sus casas de madera, patios y calles estrechas y sinuosas, el lugar se utiliza como localización en películas de época (chinas claro). Sigue siendo un lugar precioso y aletargado donde la vida nocturna se reduce a contemplar el cielo estrellado y oír el croar de las ranas de los arrozales.

Por fin hemos llegado a una pequeña ciudad que el turismo chino aun no ha descubierto y se nota. La ausencia de hordas en las calles se agradece y es más que perceptible el ambiente netamente rural.

En Shaxi, viven dos de las minorías étnicas de China, los Bai y los Yi y son muy distintos de la imagen típica que tenemos de un chino.

La gente en su mayoría no vive del turismo (aun) sino que se dedica a sus quehaceres diarios. Rodeada de campos de cultivo (arroz, maíz y huerta), pasear por ellos y ver trabajando a sus habitantes es un descanso tras semanas de intensa y poblada China.

Sí... en Shaxi nos miran con curiosidad, pero en los pueblos próximos a los que nos hemos acercado andando y a donde pocos turistas se escapan, nos miran alucinados preguntándose imagino que hacen estos marcianos en su pueblo donde por no haber no hay ni una triste tienda de comestibles. Sin embargo, responden con una sonrisa a las fotografías y son increíblemente amables. Sin poder hablar con ellos más allá del "Ni Hao" (hola), el gestichino funciona a la perfección.

El material de construcción de sus casas es fundamentalmente el adobe y la forma de vestir sus gentes recuerda a la de muchas zonas rurales de la España de hace 40 años. Si imaginas que el arroz que crece en sus campos es cebada, bien podrías pensar que estás recorriendo la tierra de campos palentina.

Aquí hay paz.

Venir a Shaxi ha sido un acierto.

Los chinos engañan. Y es que tenemos una imagen de ellos gris, triste, apagada. Trabajar como un chino equivale a la imagen que de ellos tenemos. Allá donde van, se integran poco, se dedican a sus negocios (de los que no salen nunca), nunca tienen días libres, no hay ocio y lo más parecido es ese ordenador portátil que tienen debajo del mostrador donde ven telenovelas chinas bajadas de internet.

Sin embargo en su país, se ha pasado a una China comunista a dos Chinas diferentes. La incipiente clase media, a la que llamaré "la China que consume" y el resto que es "la China que sobrevive". La segunda ya la conocemos todos, y encarna la escala más básica y descarnada de una economía de mercado, así que hoy escribiré sobre la primera.

"La China que consume" representa algo menos del 10% de la población, pero es que con una población de 1340 millones de habitantes, se traduce en 110 millones. Una cifra en que en términos absolutos impresiona y que está haciendo que muchas multinacionales le hayan echado el ojo a China viéndolos también como un mercado atractivo y no solo como un lugar donde deslocalizar la producción.

Por cierto en cuanto a la deslocalización de la producción a China, las cosas están cambiando. Ahora a los trabajadores Chinos hay que pagarles las cuotas de su seguridad social, impuestos y otros costos que hasta hace bien poco no existían, por no hablar de la inflación, las continuas revalorizaciones del Yuan. Esto está haciendo que las empresas (Apple por ejemplo ha decidido que fabricará su próximo iMac en USA) se estén yendo de China o a sus países de origen o a otros países más baratos (Bangladesh, Cambodia, India, etc.).

Más parajodas de la deslocalización. Los artículos, sobretodo textiles, que los chinos fabrican para nosotros por 3-5€, ellos se los venden entre sí por 10-15€. Eso hace que te plantees realmente cuan arbitrario es el precio (que no valor) de las cosas y que abandones toda esperanza de entender cómo funciona la economía y la balanza comercial entre países... en fin.

Pero me estoy yendo por las ramas... yo quería hablar de los chinos que consumen y hay que decir que son de todo menos grises. Vestidos con estrafalarios colores e indumentaria que define su ausencia de vergüenza (o gusto distraído) van cargados de tecnología (tabletas, smartphones, cámaras digitales de última generación, etc.) y hacen turismo por su país en ruidosos grupos organizados gastando dinero a tutiplén (más que nosotros). Y es que los turistas chinos van de vacaciones como si no hubiera un mañana y en su caso casi es así. Con solo 11 días de vacaciones al año (los que las tienen), viven con intensidad cada día, aunque es en el año nuevo chino cuando la locura se desata en el movimiento migratorio más masivo del planeta. El país literalmente colapsa bajo la presión de tal movimiento. Debe ser como cuando los orcos intentaron tomar el Abismo de Helm.

En cuanto al carácter, tienen gesto serio, duro... parecen hasta hostiles en algún momento pero no es más que una barrera entre ellos y el occidental al que no entienden ni una palabra de su lengua, ni de su cultura, ni ya que estamos qué demonios hacemos visitando su país (lo preguntan mucho con extrañeza). Pero cuando el guiri les suelta unas palabras en chino, previo estudio minucioso y practica tonal, se les ilumina la cara y te dan esa sonrisa que derriba la barrera. La verdad es que son muy amables.

Ya he hablado de la comida desde nuestro punto de vista pero, hay que hablar de la relación de los chinos con la misma. ¡Como comen! Les encanta comer, cantidades disparatadas, múltiples platos y les encanta hacerlo en grupo. Comer en China es algo social, como en España o más, sobre todo entre la gente joven. Lo único malo... fumar esta permitido en todos los locales y los hombres fuman... fuman tanto como comen, pero como es verano las terrazas proliferan y ahí no importa... vamos como en España.

En resumen, de comunismo queda lo que dicen los libros y el sistema político de partido único. Todo lo demás... es capitalismo.

A ver, llamamos la atención, de eso no cabe duda. En Asia siempre pasa y es que esos ojos como huevos de paloma que nos gastamos los occidentales les deben parecer muy raros.

Sobre todo la que suele llamar la atención es Susana y normalmente la miran con más o menos disimulo, le hacen fotos robadas o pedidas (en India era escandaloso) y allá por donde pasamos nos sentimos observados.

En China sin embargo son muy discretos, te miran de reojo, pero no giran la cabeza. Creo que en parte es para que no empieces a hablarles en klingon como marciano que eres, puede que timidez, pero también tiene un claro componente cultural.

Eso sí, cuando te sientas en una zona concurrida, cuando dejas de moverte, algo cambia, pasas a formar parte del mobiliario y te miran, vaya si te miran y con disimulo, a veces ninguno, te sacan fotos. Hablan de ti y por los gestos a veces hasta sabemos de qué (les llaman la atención nuestras narices).

Pero en China también llamo la atención yo, también me sacan fotos y me miran... y no es porque sea grande, los chinos contra el estereotipo de bajitos, no lo son (Jao Ming no es una excepción). Es que he llegado a la conclusión de que tengo algo... algo que los chinos no tienen... ¡barba! Y es que aquí, dominan los imberbes. Algunos chinos tienen bigote y al que más, le sale una rala perilla.

Por otro lado, no es que haya querido dejarme ir con el tema de la barba, en todos los países por los que paso suelo probar la calidad de las navajas nacionales y la pericia de sus barberos con diferentes resultados. El mejor fue un tailandés en un pueblo perdido por un precio ridículo... pero eso es otra historia y me disperso. El caso es que... ¿quién en su sano juicio se dejaría afeitar a navaja por un barbero en un país en el que nadie se afeita? soy aventurero pero no suicida...

Por lo tanto, luzco una barba generosa y (confieso) un tanto desgarbada y debo reconocer que desde que estoy aquí solo he visto otros dos tipos con barba. Juntos formamos el club de los tres barbudos.

Eso sí, a algunos niños les doy mucho, pero que mucho miedo.

Como imaginareis, en China, la barrera idiomática añade un interesante abanico de matices a la hora de comer, sobre todo si el menú está en chino o simplemente no existe y el camarero se queda a tu lado con cara de "que va a ser"... Por más que lo hacen, aun me alucina la cara con la que se te quedan esperando que les digas que quieres.

¿Qué puede pasar cuando entras en un restaurante local?

Que no hablen inglés. Lo más normal... en ese caso reza para que haya un menú escrito en inglés o que al menos tenga fotos. Aunque la verdad, las fotos son poco útiles porque no te permite distinguir si es carne, pescado o qué demonios es... todas se parecen. En cualquier caso, las fotos suelen acompañarse del nombre del plato en inglés.

Si el menú solo está en chino o si no hay menú (que para el caso son equivalentes). Momento duro. En este caso hay dos estrategias:

La primera mirar alrededor... si hay algún cliente comiendo echar un ojo a lo que tiene en la mesa y si no lo has probado y apetece, pedir en gestichino lo mismo.

La segunda estrategia en caso de que no hay otros clientes o lo que comen no te convenza, ir con el menú en la mano directamente al expositor/nevera/cocina donde veas los alimentos y señalar lo que quieres para que te lo identifiquen en el menú y pedirlo... que si, que no está muy claro cómo te lo vas a comer, pero al menos no te llevaras la sorpresa de que te pongan encima de la mesa un guiso de vísceras con patas de pollo flotando... que ojo, seguro que está muy bueno, pero es que igual ese día justo no te apetece.

A veces es un éxito, a veces no tanto... pero claro, esto es para el que no tenga miedo de experimentar con todo lo novedoso, por muy desconocido o raro que pueda parecer y es que entiendo como una cuestión vital probar cada comida que encuentro a mi paso... quien no tenga tan buen estomago como yo, siempre puede sobrevivir en China a base de "frice rice" o "frice noodles", son deliciosos y no pican, aunque en mi opinión hacen el viaje mucho más aburrido.