Hoy no os voy a contar lo que costó llegar hasta aquí... que costó (cuantos cambios de autobús, inundaciones, etc.), sino para hablaros de Shaxi.
Shaxi es una ciudad detenida en el tiempo, con sus casas de madera, patios y calles estrechas y sinuosas, el lugar se utiliza como localización en películas de época (chinas claro). Sigue siendo un lugar precioso y aletargado donde la vida nocturna se reduce a contemplar el cielo estrellado y oír el croar de las ranas de los arrozales.
Por fin hemos llegado a una pequeña ciudad que el turismo chino aun no ha descubierto y se nota. La ausencia de hordas en las calles se agradece y es más que perceptible el ambiente netamente rural.
En Shaxi, viven dos de las minorías étnicas de China, los Bai y los Yi y son muy distintos de la imagen típica que tenemos de un chino.
La gente en su mayoría no vive del turismo (aun) sino que se dedica a sus quehaceres diarios. Rodeada de campos de cultivo (arroz, maíz y huerta), pasear por ellos y ver trabajando a sus habitantes es un descanso tras semanas de intensa y poblada China.
Sí... en Shaxi nos miran con curiosidad, pero en los pueblos próximos a los que nos hemos acercado andando y a donde pocos turistas se escapan, nos miran alucinados preguntándose imagino que hacen estos marcianos en su pueblo donde por no haber no hay ni una triste tienda de comestibles. Sin embargo, responden con una sonrisa a las fotografías y son increíblemente amables. Sin poder hablar con ellos más allá del "Ni Hao" (hola), el gestichino funciona a la perfección.
El material de construcción de sus casas es fundamentalmente el adobe y la forma de vestir sus gentes recuerda a la de muchas zonas rurales de la España de hace 40 años. Si imaginas que el arroz que crece en sus campos es cebada, bien podrías pensar que estás recorriendo la tierra de campos palentina.
Aquí hay paz.
Venir a Shaxi ha sido un acierto.
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