Batman!


Probablemente un psicoanalistas freudiano diagnosticaría en mi un claro caso de anclaje en la fase oral del desarrollo personal y probablemente tenga razón, y es que me gusta probarlo todo. Luego decido si me gusta o no, pero si hay algo que no haya comido lo quiero probar.

A lo largo de los viajes he probado todo tipo de vegetales, peces, carnes (incluido mono), casquería varia, anfibios, incluso los insectos han sido parte de la dieta y tengo que reconocer que tras la aprensión inicial no están nada mal.

Pero nunca había probado anguila. Así que cuando llegamos a Tentena, un tranquilo pueblecito a orillas del Lago Poso, cuyo plato típico era a base de anguila pescada en el lago, nos pusimos a buscar algún walang donde degustar tan exquisito manjar.

La anguila vive su etapa adulta en el mar, pero se reproduce en agua dulce, así que remonta el río hasta el lago y desova allí. Cuando trata de volver al mar por el río por el que ha venido, son atrapadas en unas enormes trampas en forma de embudo. Su calidad es excepcional por lo que mayoritariamente se exportaba a japón donde son muy apreciada y pagan una pasta por ellas.

Desgraciadamente la sobre-explotación casi ha acabado todas las anguilas de la zona así que finalmente decidimos no contribuir a su exterminio y buscar algo alternativo para comer.

Cuando nos acercamos a los innumerables walangs de la zona, fuimos preguntando por los distintos platos que exponían buscando algo que nos llamara la atención, hasta que una expresiva mujer señalando uno de los platos empezó a exclamar: ¡batman! ¡batman!

No puedo dar muchos datos de a que sabía el murciélago porque posiblemente ha sido uno de los platos más picantes que he comido en mi vida. Solo diré que ahora engrosa la lista de las cosas raras que he comido y que posiblemente no vuelva a comer jamás.

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