Bogotá bien vale un domingo


Pues sí, el último día de vacaciones toca Bogotá. Y sí, suena como una condena y no es porque se acaben las vacaciones (que también), es porque huimos de las capitales, de las ciudades grandes... suelen ser hostiles, complicadas e inseguras. Y es que nos han tratado tan bien en Colombia que da no se que...

El caso es que llegamos a Bogotá. Tras un viaje de bus de 8h por una carretera infernal de montaña, salgo del bus cansado y despistado ¿y que me encuentro? pues a 5 policías que empiezan a pedir la documentación a todos los hombres que salimos del bus. A las mujeres no, las mujeres son bueeeenas... (anda ya)

El más viejo y que parece de mayor graduación ni mira mi pasaporte y me dice, "es una requisa" y le hace un gesto a uno de los policías jóvenes. El joven mira hacia arriba (le sacaba cabeza y media) y se ríe "¡pero si es el doble que yo!" dice.

El caso es que, como bienvenida a Bogotá, recibo un cacheo de la Policía. Empezamos bien.

Haciendo cola para coger taxi, entablo conversación con un tipo que como equipaje lleva 9 gallos. Son para peleas, me explica, mientras me enseña la foto de su campeón. Los españoles los trajeron hace 4 siglos, pero ahora en España ya no hay. ¡Han prohibido las peleas de gallos! dice con indignación ¡Si los toros son mucho peor! Razón no le falta al señor.

A la mañana siguientes amanece lloviendo. Lluvia y frió. Bogotá nos está dando su peor cara.

El argentino que regenta el hostel, nos recomienda que no vayamos directamente al centro, sino que paremos en la 26, visitemos el mercado de pulgas y desde ahí bajemos andando. Pues vale.

Primera buena noticia del día. Los domingos en Bogotá apenas existe el tráfico. Las calles parecen desiertas cuando nos bajamos del Transmilenio en la calle 26. Tras un breve paseo bajo una llovizna que venia a menos, llegamos al mercado de pulgas y de repente oyes ese click que hace que el día cambie. El Mercado de pulgas es patrimonio de Bogotá y me recordó (en pequeñito) a ese espíritu del Rastro de Madrid. Antigüedades, muebles, discos, artesanía, todo tipo de utensilios y una gran cantidad de puestos donde la diferencia entre útil y basura se vuelve difusa. No se exactamente de donde viene el nombre Mercado de pulgas, pero para mi que incluso si buscas pulgas, podrás comprarlas allí. El sitio merece la pena para curiosear sin prisa entre sus puestos.

Al salir del mercado, nos encontramos con una enorme avenida (carrera 7) que igual que otras 14 calles en domingos y festivos, se convierte en una ciclovía (también peatonal por supuesto). Los bogotanos salen de sus casas y acuden a este lugar a relajarse, a pasear, a hacer deporte, a comer en sus puestos... en definitiva a pasar el día. Los ciudadanos de a pie, toman la ciudad. Me imagino algo así en Madrid, con la Gran Vía cerrada al tráfico los domingos y permitiendo recorrer andando desde La Cibeles hasta Plaza de España. Molaría ¿no? Ahí lo dejo como idea.

Visita obligada al Museo del Oro (gratis los domingos), realmente impresionante por la calidad del museo y la cantidad de piezas expuestas. El Museo Botero (gratuito) también merece una visita, no solo por Botero, sino también por el resto de obras que atesora, además la casa colonial que lo alberga también es notable.

Llegando ya al barrio de La Candelaria y ya que la lluvia parecía habernos abandonado, decidimos subir a Monserrate, un cerro que linda al Este con Bogotá y en cuya cumbre hay una iglesia desde la que la vista de la ciudad es espectacular y a donde los bogotanos peregrinan con devoción.

Para subir hay dos opciones. La primera es por un camino que serpentea por la ladera de la montaña hasta los 3152mts de altura de la montaña y la otra usando el funicular que lleva funcionando ¡desde 1929! Llamadme cobarde, pero Bogotá está a 2600mts sobre el nivel del mar y lo cierto es que se nota. No te da mal de altura, pero cuando subes una escalera, acabas jadeando pensando en lo mierda que eres, así que optamos por subir en el histórico funicular. Buena decisión.

El mirador es como un balcón 500mts por encima de la ciudad. La vista quita el aliento. Punto.

Para cenar, probamos por primera vez LA franquicia de hamburguesas colombiana por excelencia, El Corral, para variar la dieta con un poco de colesterol, y es que a veces el cuerpo lo pide.

Para ser sincero, no creo que eligiera Bogotá como lugar para vivir, pero debo reconocer que si la semana tuviera más domingos estaría dispuesto a reconsiderarlo.

0 comentarios:

Publicar un comentario