Ok, la isla de Malapascua estuvo muy bien, pero... quizás demasiado turística. En esta época (baja) se respira tranquilidad, pero no quiero pensar en cómo será en temporada alta. Además, una vez has buceado el número de inmersiones que tu presupuesto te permite, no hay nada que hacer... y la verdad es que hay lugares mejores en Filipinas donde no hacer nada. Así que movimos nuestros culos en busca de esos tranquilos paraísos.
Un inciso. Viajar por Filipinas tiene su trajín. Saltar de isla en isla, de ciudad en ciudad y de isla en isla otra vez, te obliga a cambiar N+1 veces de medio de transporte. Por ejemplo, para ir desde Malapascua hasta Santa Fé, nuestro destino en la isla de Bantayan, usamos una barquita, una bangka grande, una barquita, un autobús, un triciclo, un ferry y nos ahorramos un último triciclo haciendo a patita el último kilómetro. En total 6 medios de transporte en 7h, lo cual posiblemente establece un récord en mis viajes.
Dicho esto, el primer intento de paraíso fue en Santa Fe (isla de Bantayan). En la Lonely Planet dicen de ella "ni submarinismo, ni paseos en canoa, ni senderismo por volcanes. Solo extensiones de arena blanca para tumbarse todo el santo día en la playa". Creo que el editor de esta parte de la guía tuvo un momento de euforia.
En fin, no está mal el sitio en si. Bonitas vistas y playa pequeña pero cuca, pero con las prisas, la cagamos en la reserva del alojamiento en el "resort". Nuestra habitación era una caja de zapatos con una cama, que cabía justita, y con baño compartido. Además en el pueblo celebraban algún tipo de fiesta, con música chunda-chunda, que solo paró durante la parte religiosa de la fiesta (estuvieron 3h rezando novenas por los altavoces). Eso si, vimos una procesión muy devota y afortunadamente el ruido que hacía el ventilador amortiguó la música durante la noche. Teníamos que salir de allí cuanto antes.
A las 7:15 de la mañana me dirigí a la recepción y me encuentro a tres jóvenes filipinos incrementando el pedo de colores que ya llevaban bebiendo más cerveza, a la que me invitaron por supuesto hasta en cuatro ocasiones. Uno de ellos se dirige a la recepción y busca mi factura, que cómo me llamo, que cuánto tenía que pagar, que no encuentro su factura... al final le digo el precio que a mi me pareció (no abusé) y le digo que quiero pagar con tarjeta. El que me atendía que, era negro, vi como se quedaba blanco. Miró a sus compañeros, luego cogió el datáfono como si nunca hubiera caído en que había uno, lo miró por debajo y se rió. El más sobrio de los tres, me dijo que los que saben usarlo no vienen hasta las 9:00, pero que me invitaba a unas cervezas hasta que llegaran. Me descojoné, pagué en metálico y salimos escopetados.
Tras 6 transportes (triciclo, triciclo grande, barquita, bangka, triciclo, autobus) en 6h, lo cual establece un nuevo récord, llegamos a Silay (isla de Negros). Pero eso es otra historia.
Seguimos buscando el paraíso...
0 comentarios:
Publicar un comentario