Busy Bus



Llegamos en tren y de no ser por una amable familia que nos avisó, nos habríamos pasado Trichy. Es otra de esas pequeñas ciudades en las que viven 900.000 indios gritando y tocando el claxon. Nos dirigimos a los hoteles recomendados por la guía para descubrir ¡horror! que todos estaban circundando la amplia estación central de autobuses interurbanos y la anexa y caótica estación de buses urbanos.

Los autobuses urbanos no tienen una parada fija, sino que se buscan el hueco contra la acera como pueden tratando de que el resto de autobuses no les cierren el paso. Esto lleva a una lucha por la posición con movimientos agresivos de unos autobuses contra otros y un continuo toque de claxons. ¿He dicho ya que suenan como un transatlántico?

Desde la habitación de nuestro hotel teníamos una perfecta visión (y audición) de todo el percal, aunque al final resultó menos grave de lo esperado… paraban de 24:00 a 05:30 horas, un alivio oiga.

De todas formas en esta ciudad descubrimos las peculiaridades de coger un autobús urbano, puesto que lo tuvimos que usarlo no menos de 10 veces para desplazarnos por la ciudad.

Tienen dos entradas (sin puertas) y es importante destacar que no es lo mismo entrar por una que por otra. La de atrás es para los hombres, la de delante para las mujeres. De ahí se deduce que la misma separación se produce en el interior. Los asientos de adelante están reservados para las mujeres.

Existe una zona desmilitarizada en el medio donde es posible ver tanto a hombres como a mujeres, pero lo que jamás verás será a un hombre y a una mujer sentados juntos a menos que sean un matrimonio. Si un matrimonio está sentado y llega un tercero a sentarse, si es necesario cambiarán su posición para que el que llega se siente con alguien de su mismo sexo.

Por supuesto Sus y yo, el primer día nos sentamos en los asientos de las mujeres. Según se fue llenando el bus, más y más miradas femeninas se posaban sobre mi y más y más comentarios se hacían unas a otras… pero aguantamos la presión hasta el final. De no haber sido extranjeros el revisor me habría mandado para atrás.

Hablando de los revisores, merecen mención aparte. Tienen una mala leche que hacen que las cajeras del DIA parezcan amables monjitas. Recorren el autobús gritando “¡tickets!”. Pegan gritos a la gente y van con cara de ir a matar a quien intente colarse. Hasta ahora no hemos visto a nadie con los santos huevos de intentarlo.

De todas formas igual van gritando porque llevan Los 40 principales en versión indi a todo trapo sonando en la megafonía. Porque puertas no tendrán, pero altavoces les sobran. Por eso cuando medio autobús nos grita para avisarnos que hemos llegado al templo… a veces ni nos enteramos.

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