Venga esos cinco…




Madurai es, a primera vista, una ciudad como el resto: escandalosa, contaminada, desordenada y caótica, pero pronto descubrimos que la gente, en general, es más abierta y espontánea, o quizá más sociable y menos tímida. Por la calle nos daban la bienvenida a La India con una alegría sincera y espontánea. Apreté la mano de no menos de 10 bigotudos indios antes de llegar al hotel. Querían saber de dónde somos, de dónde venimos y adónde vamos o sea, las preguntas que la humanidad lleva haciéndose desde siempre. Además a Sus no solo la miraban, sino que también la saludaban con vehemencia, lo que fue una novedad con respecto a las ciudades en las que hemos estado hasta ahora.

Llamamos muchísimo la atención de la gente allá por donde vamos. Más apretones de manos. Debemos ser muy exóticos para ellos. Nos miran con disimulo, de reojo o descaradamente. A veces se nos quedan mirando con la boca abierta sometiéndonos a un escaneo de la cabeza a los pies. Si estamos parados el suficiente tiempo en algún sitio, es muy probable que alguien nos saque una foto disimuladamente con su móvil o que una pareja o una pandilla nos pida directamente hacerse una foto con nosotros (o varias). Como despedida otro apretón de manos.

Cuando algo nos llama la atención y nos paramos para apreciarlo o comentarlo, es habitual que la gente que nos rodea se pare también y se acerque o intente averiguar qué es eso que estamos mirando o haciendo. Cuando abrimos la mochila y sacamos algo o hacemos algo fuera de lo habitual, también suele haber alguien cerca observando con sumo interés y curiosidad. Y ya cuando preguntamos a alguien sobre lo que estamos observando ¡hay fiesta!. Todo esto nos hace sentir como muy interesantes, importantes y bichos raros a partes iguales. De hecho continuamente nos cuestionamos nuestro comportamiento pensando que estamos haciendo algo terrible… y seguramente muchas veces es así pero como siempre se limitan a mirarnos con curiosidad, sonreír y ladear la cabeza de esa forma tan graciosa. ¡Así no hay quien aprenda!

De hecho entramos en el templo de la ciudad donde, para nuestro alivio, había carteles que indicaban dónde podíamos entrar y dónde no. Deambulando por allí llegamos a una zona en la que se estaban celebrando bodas hindi, una tras otra. No podíamos entrar en esa zona, pero nos apostamos a la salida y tras varios apretones de manos, sacamos fotos de varios felices novios a diestro y siniestro. Incluso algunas de las comitivas, a veces formadas por un centenar de personas, se paraban y posaban frente a nosotros para la protocolaria foto. Más apretones de manos.

Con tantas emociones nos entró hambre así que nos dirigimos a un restaurante local donde decidimos comernos un Thali cada uno. Thali es una comida típica en el sur, aunque más que una comida es una forma de comer que consiste en lo siguiente:

Te lavas las manos en el lavabo del restaurante, te sientas y plantan frente a ti una hoja grande de bananera. Llega un tipo con un cubo y te echa sobre la hoja un montón de arroz. A continuación van llegando otros que llevan otros cubitos más pequeños con distintos currys que te van poniendo alrededor del arroz. Cuando todo está dispuesto, ¡a comer!… con las manos claro o mejor dicho, con la mano, porque sólo la derecha puede ser usada. La izquierda supuestamente se usa para sucios menesteres como limpiarse en el baño y demás. Los zurdos lo tienen mal.

Comer con una mano tiene su etiqueta. No está permitido meterse los dedos en la boca ni chupárselos. La idea es que mezclas con la mano los ingredientes y te los llevas a la boca dándoles un empujón final con el dedo gordo. Al principio te sientes torpe, pero al final dominábamos la técnica como si hubiéramos nacido aquí.

Cuando acabas te limpias, no con una servilleta que no hay, sino en el lavabo donde comenzó esta pequeña aventura gastronómica.

Después se sale a la calle y ya estás preparado para seguir dando apretones de manos a todo aquel que te la tienda.

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