Casa Shiva


Hoy llegamos a Tiruvannamalai. 

Hicimos el viaje en autobús, bastante cómodos. Un poco largo pues pensábamos que iban a ser 2h y al final fueron 5 h 1/2… Y es que la velocidad máxima alcanzada fue de 50 km/h (medida por GPS), parando cada poco para recoger y dejar gente. Pero fuimos fresquitos (con ventanas y puertas abiertas, en medio de una ventolera) y entretenidos mirando por las ventanas las escenas cotidianas que se sucedían en las cunetas y los pueblos por los que pasamos.

Llegamos a Tiruvannamalai a las 2pm y nos internamos caminando en la ciudad. Queríamos un alojamiento cerca de la estación de autobuses para marcharnos al día siguiente a primera hora y nos arriesgamos con el ruido…

Este suele ser uno de los momentos más traumáticos del viaje: llegar a las ciudades. En un primer momento nos suelen parecer hostiles, con ese jaleo, el caos, los obstáculos y esas miradas penetrantes que te taladran (somos muy exóticos), pero en cuanto dejamos las mochilas sobre una cama y nos damos una ducha fresca, aunque sea en el sitio más cutre del mundo, la cosa cambia y estamos dispuestos para quemar la ciudad… es un decir.

Bueno, un poquito de alegría: una carroza que se acerca por la calle llena de flores y seguida de un séquito que toca el tambor y el clarinete. Me posiciono para sacar algunas fotos a tan pintoresco paso y con sonrisas, saluda a la comitiva que cuando pasa de largo… ¡Ops! ¡enterrado entre las flores hay un muerto! Debe ser un santón eremita.

Terminamos en la habitación de una guesthouse súper… súper cutre, súper sucia y super llena de mosquitos (nos dimos cuenta cuando volvimos por la noche y abrimos la ducha), eso sí, con servicio de habitaciones súper.

Existen en la India dos tipos de guesthouse: aquéllas en las que puedes entrar calzado y aquéllas en las que no. Esta era del segundo tipo.  Quizá esto te haga pensar que los suelos estaban como los chorros del oro. Bueno pues no, en este caso estaban súper… (sin comentarios).

Bueno, pues dejamos los trastos y nos fuimos a visitar el templo Arunachaleswar dedicado Shiva, que es uno de los más grandes de La India. El templo tiene una serie de patios, pasillos y zonas cubiertas y en el centro está el corazón, que es la parte más sagrada. Sobre cada acceso al recinto hay una gopuram que es una torre en forma piramidal con el vértice plano, totalmente cubierta de esculturas. En este caso eran blancas ¡¡¡Impresionantes!!!, sobre todo la más grande, sobre la entrada norte.

Llegamos al corazón del templo donde unos hombres con calzones blancos que son los brahamanes nos condujeron por unos pasillos y corredores a la cámara donde está la representación de Shiva, en la que nos ungieron con el correspondiente punto blanco de ceniza entre ceja y ceja.

El interior del templo me recordó un escenario de dragones y mazmorras: tétrico, oscuro y  misterioso, las paredes manchadas de ceniza y chorretes de aceite y tintes con los que la gente venera las representaciones e imágenes esculpidas en columnas y paredes. El lugar nos sugirió esos lugares malditos en los que Indiana Jones robaba reliquias. Por cierto, la representación de Shiva que veneran es un linga, es decir, una representación fálica (una especie de cilindro de piedra oscura).

Fuera el ambiente era festivo y colorido. Había mucha gente haciendo sus ofrendas, flores, velas, yendo y viniendo, rezando… multitud de monjes y eremitas animando el cotarro… incluso había un elefante que te echaba una bendición en forma de trompazo (literalmente) a cambio de una moneda. Vimos también que estaban grabando un documental francés sobre el templo.

Parece que esto es solo la primera toma de contacto de lo que parece que va a ser un “hartarse de ver templos” a cual mas impresionante. De momento este nos ha encantado.

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