Al llegar a Mamallapuram y tras la confusión inicial (venia
dormido), nos dedicamos a la búsqueda de un alojamiento adecuado a nuestra
calaña. Tras descartar dos, uno por cutre y otro por caro, nos acomodamos en
una guesthouse llamada Silver Moon. Habitación asfixiante, sin aire acondicionado,
pero con ventilador en el techo, el resto cubría los estándares justito,
justito pero estábamos cansados y era el tercer lugar en el que entrábamos.
El atractivo de este pueblo son templos de arquitectura Pallava: espectaculares!!!. Imaginad que vais a la pedriza y elegís uno de los pedrolos de granito más grandes que veáis (de los de tamaño casa). Bueno pues os ponéis a darle al cincel hasta que convirtáis el pedrolo en un templo, así de sencillo. Esta gente, hace 1400 años se le ocurrió esta locura y la llevo a cabo, pero no uno, sino unos cuantos. La mayoría estuvieron enterrados hasta hace 200 años, pero los ingleses que todo lo remueven, los excavaron y los sacaron a la luz. Los templos son patrimonio de la humanidad y la verdad es que son impresionantes.
Tras comer unas samosas por la calle, ya eran las 5pm, decidimos dar una vuelta breve para hacer tiempo hasta la cena. Vimos algunos de los templos menores y dejamos los mas importantes para el día siguiente. Como además de ser domingo, era el “Independence Day” que viene a ser su día nacional, el ambiente era festivo y hordas de indios con sus familias pululaban por entre las ruinas arrojando basura con la misma naturalidad que respiraban. Como anécdota de este curioso país, había carteles de que no se tirara basura por todas partes pero oye, ni una papelera en todo el complejo. Posiblemente no las usarían pero desde su punto de vista, tampoco había elección.
Esos templos están en una zona boscosa llena de caminos, rocas y recovecos. Hay cabras, monos, perros y cuervos entre otros, viviendo en armonía con los visitantes.
Tras apretarnos un menu seudo-indio consistente en un rico curry kefta y en un arroz frito con huevo, pasamos por Internet lo justo y nos fuimos a dormir a la intempestiva hora de las 9:30pm. El jetlag paso factura.
El día siguiente lo pasamos flipando entre templos monolíticos (como los llaman ellos) y sudando la gota gorda. La temperatura es de 38ºC e ignoro el dato de la humedad, pero desde donde estamos puedo tirar una piedra al mar así que es alta. Bebemos litros y litros y nos damos duchas y duchas y es que la vida del turista es interesante, pero a veces puede resultar muy dura.
El atractivo de este pueblo son templos de arquitectura Pallava: espectaculares!!!. Imaginad que vais a la pedriza y elegís uno de los pedrolos de granito más grandes que veáis (de los de tamaño casa). Bueno pues os ponéis a darle al cincel hasta que convirtáis el pedrolo en un templo, así de sencillo. Esta gente, hace 1400 años se le ocurrió esta locura y la llevo a cabo, pero no uno, sino unos cuantos. La mayoría estuvieron enterrados hasta hace 200 años, pero los ingleses que todo lo remueven, los excavaron y los sacaron a la luz. Los templos son patrimonio de la humanidad y la verdad es que son impresionantes.
Tras comer unas samosas por la calle, ya eran las 5pm, decidimos dar una vuelta breve para hacer tiempo hasta la cena. Vimos algunos de los templos menores y dejamos los mas importantes para el día siguiente. Como además de ser domingo, era el “Independence Day” que viene a ser su día nacional, el ambiente era festivo y hordas de indios con sus familias pululaban por entre las ruinas arrojando basura con la misma naturalidad que respiraban. Como anécdota de este curioso país, había carteles de que no se tirara basura por todas partes pero oye, ni una papelera en todo el complejo. Posiblemente no las usarían pero desde su punto de vista, tampoco había elección.
Esos templos están en una zona boscosa llena de caminos, rocas y recovecos. Hay cabras, monos, perros y cuervos entre otros, viviendo en armonía con los visitantes.
Tras apretarnos un menu seudo-indio consistente en un rico curry kefta y en un arroz frito con huevo, pasamos por Internet lo justo y nos fuimos a dormir a la intempestiva hora de las 9:30pm. El jetlag paso factura.
El día siguiente lo pasamos flipando entre templos monolíticos (como los llaman ellos) y sudando la gota gorda. La temperatura es de 38ºC e ignoro el dato de la humedad, pero desde donde estamos puedo tirar una piedra al mar así que es alta. Bebemos litros y litros y nos damos duchas y duchas y es que la vida del turista es interesante, pero a veces puede resultar muy dura.
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