Los ingleses eligieron este lugar para cultivar té y crearon la empresa que se encargó de su explotación. Estamos hablando del siglo XIX, cuando esto era el culo del mundo, sin carreteras, sin tren… que llegaron más tarde.
El té es originario de China y fue introducido por los ingleses en la India. Desde entonces y hasta hoy, el té en la India es algo más que té. Aquí puedes degustar todo tipo de preparaciones, desde un simple té negro hasta el popular “chai” que es un azucarado té con leche que beben a todas horas en cualquier lugar y al que nos hemos aficionado. Otras variedades disponibles son: té con jengibre, té con cardamomo, té de rosas, té con limón, té masala (mezcla de especias), té con canela… En general mezclan el té casi con cualquier especia de las que cultivan. Y desde luego tienen muchas, de hecho, las especias de Kerala eran consideradas como las mejores del mundo y las que Colón buscaba cuando descubrió América.
Decididos a conocer este lugar tan delicioso, rechazamos las insistentes ofertas de trekkings organizados con guía y almuerzo y decidimos aventurarnos por nuestra cuenta. La persistente lluvia no nos impidió alcanzar las cercanas estribaciones de las plantaciones y paraguas en mano iniciamos la ascensión.
Aquello era como un jardín, eso si, todo de la misma planta. El té es un arbusto leñoso y robusto cubierto de unas hojas recias y verde oscuro. Los tiernos brotes verde claro son las hojas que se recogen para hacer el té. Entre arbusto y arbusto dejan un pequeño paso para que las recolectoras (casi siempre mujeres) puedan acceder a todas las plantas. Esto forma una especie de curioso laberinto sin fin por el que se deslizan las mujeres en unas pendientes increíbles mientras recogen con sus manos las hojas.
Subiendo y subiendo, pronto nos encontramos con los primeros grupos de mujeres. Ataviadas con plásticos para no mojarse, charlaban sin parar al tiempo que arrancaban manojo tras manojo de té. En cuanto nos acercábamos se iniciaba el siguiente dialogo:
- ¿De donde sois?
- De España
- ¿Cómo os llamáis?
- Susana y Víctor.
- ¿Estáis casados?
- Si (decirles otra cosa les habría escandalizado)
- ¿Tenéis hijos?
- Aun no
- Pues yo tengo 5 y esa 3 y esa 2 y esa… (así hasta acabar el grupo)
Por supuesto todo esto sin dejar de coger té y repetidas tantas veces como grupos de recolectoras encontramos. La verdad es que eran muy amistosas. También todas nos señalaban hacia la cima y nos decían algo sobre elefantes que no terminábamos de comprender, pero decidimos buscarlos.
Cuando ya nos acercábamos al final de la montaña, unos hombres que estaban fumigando más abajo, nos empezaron a pegar gritos y a hacer señas para que no siguiéramos. Cuando llegamos a su altura por fin nos enteramos de la razón. Había un par de elefantes salvajes y cabreados justo al otro lado de la cima…
Se acabo el trekking por hoy, por lo visto los elefantes salvajes, pueden llegar a tener muy malas pulgas
0 comentarios:
Publicar un comentario