Hua Shan, una de las cinco montañas sagradas del Taoísmo en China. Durante la revolución cultural, todo rastro de religión fue barrido, pero los Guardias Rojos que iban arrasando con todo no fueron capaces de llegar a estos inaccesibles lugares.
El gran atractivo de Hua Shan en la actualidad son sus imponentes paisajes, panorámicas que quitan el hipo, crestas cortadas a pico, pinos retorcidos colgando de cornisas... en resumen belleza natural. Eso si, hay que compartirlo con los ¿10000? ¿20000? chinos que lo visitan a la vez que tu. Al taoísta que espere encontrar entre sus cimas espiritualidad y un lugar para la meditación tranquila simplemente la ha cagado.
Para nosotros, el atractivo consistía en subir no usando el teleférico que usaba todo el mundo y sino por el famoso "camino del soldado". Este camino te permite subir de frente y sin rodeos en 2h. lo que el teleférico sube en 8min. en una sucesión de escaleras sin fin. Pasa por varios tramos verticales con escalones excavados en la roca y con el único apoyo de oxidadas cadenas a los lados. Además del evidente atractivo adrenalínico, por ahí casi no sube gente.
Con la ilusión de la anticipación nos levantamos a las 6:30am. y a las 8:30 ya estábamos montados en el autobús que nos llevaría hasta Hua Shan. Lo que no imaginábamos es que tras 2h de viaje pararíamos sin previo aviso en una polvorienta población (pensábamos que el pueblo próximo a Hua Shan). ¡Qué raro!
De repente el autobusero pego unos gritos en chino y todo el mundo se bajo corriendo desapareciendo por la puerta de una vivienda. Con la fuerza que impone el gregarismo nos precipitamos tras ellos y tras pasar por un patio, acabamos en un callejón sin salida en el que había unos baños.
¡Han parado para que vayamos al baño a menos de 5mins. del destino! pero que baños... (los que sean sensibles que se salten este párrafo) el olor era... no explicable con palabras y se trataba de una habitación diáfana (una para cada sexo, faltaría más) con tres WC de suelo (de los que hay que ponerse en cuclillas, el estándar chino) por lo que mientras los usabas y en función de cual eligieras podías ver, culo en pompa, cagar a dos personas a la vez si usabas los de los laterales o una a cada lado tuyo de forma alternativa si elegías el del centro. ¡Ah se me olvidaba! no había cadena, ni cubo de agua, así que si no eras el primero podías saber cuantos antes que tu habían pasado por allí y que tal les había sentado la comida.
Al grito de "entra tu que a mi me da la risa" pero con la urgencia de la necesidad, decidimos esperar al menos a que salieran todos los chinos. Craso error.
Cuando desandamos el camino por el patio, el largo pasillo y salimos a la calle, ni rastro de los chinos pero ¡tampoco del autobús! La sensación de estar tirados en un pueblo sin saber muy bien donde y sin transporte nos golpeo de repente con la dureza de una maza.
Nos permitimos 30segs. de desesperación pero empeñados en que nuestros huesos no fueran enterrados en aquel remoto lugar, decidimos usar el gestichino (dialecto usado por los foráneos viajeros) con un afable taxista y negociar un precio para llegar al destino del día, afortunadamente a unos 2km de allí.
Ya en las taquillas de Hua Shan, pagamos al taxista y al girar la cabeza vimos un gran cartel "Toilets". A veces el chino no es lo único incomprensible de los chinos.
A partir de ahí, las piernas aguantaron, Hua Shan impresionante... menos la cola de regreso al teleférico claro.
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