Dicen que la primera impresión es la que queda. Espero que no, porque si es así nos espera un calvario de incomunicación en China.
Primer día, salimos a cenar, sobrestimados y abrumados por los neones vamos buscando algún sitio local, pero no demasiado por aquello de que llevamos 4h. en China y hay que aterrizar con cuidado.
Tras docenas de sitios descartados, sin saber porque, nos llama la atención un pequeño restaurante en una perpendicular. Solo tiene dos clientas locales pero parece razonablemente limpio y aunque el dueño esta aburrido fumando en una mesa (malo) decidimos que hemos andado mucho y ahí nos quedamos.
La pinta de las tapas de la carta auguran una carta con fotos de los platos.
Pero una vez abiertas no solo no tienen fotos sino solo está en chino (mandarín por si te lo preguntabas). En shock pero decididos a no echarnos atrás, me levanto y miro lo que están comiendo las únicas clientas (que se asustan un poco cuando husmeo en sus platos) y a duras penas entiende por mis gestos el dueño, que no habla ni una palabra en ingles, que nos traiga lo mismo que están comiendo ellas.
Trae un wok de verduras con lonchas de carne sobre un infiernillo que lo mantiene caliente y un par de boles de arroz. Solo palillos para comer, aunque eso no fue un problema.
De las verduras, el 10% era chile rojo y el 10% chile verde. No sabría decir cual picaba más. Todo lo demás estaba delicioso.
Mañana seguro que atinamos mejor.
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