Mi profesor de moto se llamaba Aitor. No es que el nombre sea relevante, no lo es. Igual que no lo es que en vez de llamarme Víctor, me llamara Tomás (insistía en que tenia cara de Tomás). Lo relevante es que el primer día me dijo:
- ¡Tomás! te voy a dar tu segunda lección en moto (la primera fue que mirara hacia adelante). Deja de pensar en que está lloviendo y el suelo está mojado ¡sube los huevos encima del depósito, pon la espalda un poco inclinada hacia adelante, las manos agarradas a los puños de la moto y los brazos semi-flexionados pero sin tensión!
- ¡Pero Aitor, esta posición es muy incómoda!
- Mira chaval, en la moto, la posición es incómoda, si hace frío te hielas, si hace calor te asas, si llueve te mojas y si no tienes cuidado te caes. Así que si piensas remotamente que en la moto vas a ir cómodo y seguro, bájate ahora mismo y no vuelvas que total yo voy a seguir cobrando lo mismo.
Así era Aitor, o le hacías caso o le dabas dos ostias. Pero tenía razón. Ya he pasado frío, calor y los riñones y el culo me estaban matando después de 1000kms, así que cuando las previsiones para el día siguiente daban lluvia pensé ¡que cabrón eres Aitor! no me voy a librar de nada.
Salí del pueblo de Faro lloviendo y con todo puesto: chupa de agua, guantes térmicos impermeables (gracias Miki), pantalones de cordura impermeables y puesto que mis botas no son impermeables, cubrebotas (gracias Pabletas). Me miro en el espejo... parezco un astronauta de luto.
Hoy es día de tener cuidado. Hoy es día de sobrevivir. Haciendo lo primero he conseguido lo segundo. Huelo a perro mojado, pero estoy feliz de haber llegado al Cabo de San Vicente sano y salvo... Acantilados, faros, fortalezas, pescadores suicidas, caravanas, espacios abiertos sin construir y cientos de rubios surferos (y surferas) con las hormonas descontroladas por la juventud. Me enamoro de la zona nada más llegar.
Mañana dan más lluvia que hoy. Gracias Aitor, la de mañana, va por ti.