Mi profesor de moto se llamaba Aitor. No es que el nombre sea relevante, no lo es. Igual que no lo es que en vez de llamarme Víctor, me llamara Tomás (insistía en que tenia cara de Tomás). Lo relevante es que el primer día me dijo:

- ¡Tomás! te voy a dar tu segunda lección en moto (la primera fue que mirara hacia adelante). Deja de pensar en que está lloviendo y el suelo está mojado ¡sube los huevos encima del depósito, pon la espalda un poco inclinada hacia adelante, las manos agarradas a los puños de la moto y los brazos semi-flexionados pero sin tensión!
- ¡Pero Aitor, esta posición es muy incómoda!
- Mira chaval, en la moto, la posición es incómoda, si hace frío te hielas, si hace calor te asas, si llueve te mojas y si no tienes cuidado te caes. Así que si piensas remotamente que en la moto vas a ir cómodo y seguro, bájate ahora mismo y no vuelvas que total yo voy a seguir cobrando lo mismo.

Así era Aitor, o le hacías caso o le dabas dos ostias. Pero tenía razón. Ya he pasado frío, calor y los riñones y el culo me estaban matando después de 1000kms, así que cuando las previsiones para el día siguiente daban lluvia pensé ¡que cabrón eres Aitor! no me voy a librar de nada.

Salí del pueblo de Faro lloviendo y con todo puesto: chupa de agua, guantes térmicos impermeables (gracias Miki), pantalones de cordura impermeables y puesto que mis botas no son impermeables, cubrebotas (gracias Pabletas). Me miro en el espejo... parezco un astronauta de luto.



Hoy es día de tener cuidado. Hoy es día de sobrevivir. Haciendo lo primero he conseguido lo segundo. Huelo a perro mojado, pero estoy feliz de haber llegado al Cabo de San Vicente sano y salvo... Acantilados, faros, fortalezas, pescadores suicidas, caravanas, espacios abiertos sin construir y cientos de rubios surferos (y surferas) con las hormonas descontroladas por la juventud. Me enamoro de la zona nada más llegar.







Mañana dan más lluvia que hoy. Gracias Aitor, la de mañana, va por ti.



Desde El Roció hasta la frontera lusa, quitando Huelva (horror), la carretera es una delicia entre bosques y dunas. Cruzas el Guadiana y ya estas en Portugal.

Lo primero que me viene a la cabeza al llegar: los peajes. Una de las medias económicas recaudatorias en Portugal durante la crisis fue convertir en "de pago" todas la autopistas del país. Para que el tráfico sea fluido, han ideado un sistema en el que asocias tu matricula a tu tarjeta de crédito y cuando pasas por los arcos con cámaras que tienen cada cierto tiempo pues "te domicilian" el pago. Claro esto exige el trámite previo del registro de tu matrícula.

Me paro en el puesto automático. Detecta mi presencia. Me habla en portugués, ingles, alemán y español. Introduzco mi tarjeta de crédito y entonces veo que hay una cámara delante para leer la matrícula. Las motos no tienen matricula delante, así que imagino que detrás habrá otra cámara. Cuando sale el recibo en la matricular figura la palabra "ERROR". Miro para atrás, no hay cámara. Miro a un lado y a otro y no hay nadie. Cabreo.

¡A la mierda! selecciono en el navegador GPS la opción "evitar peajes" y ya que estoy también "evitar autopistas". Total ¿quien quiere ver Portugal desde una autopista?



Me consuelo en la Casa do Polvo Tasquinha, en Santa Luzia. El polvo lagareira que me sirven me dibuja una sonrisa la cara y me da la felicidad que necesitaba.


Amanece en Trujillo.

He dormido como un lirón. Remoloneo (que novedad). Me levanto tranquilamente. Me meto un desayuno contundente en el bufet del hotel. El móvil dice que hace 14ºC. No me fío... saco todo el arsenal contra el frío. Tiempo tendré de arrepentirme.

Ya en la carretera, voy camino del pueblo Don Benito... calentando. Que si, que no solo se hace en las carreras, que hasta que no llevas unos kms en marcha, el motor no tira, las ruedas no agarran y la confianza no llega.

Aun estoy en Extremadura, pero el panorama ya atufa a Andalucía. Aún hay dehesas y gorrinos, pero empiezan a predominar los olivares, las almazaras, los cortijos y según me acerco al Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla se intensifica esa sensación de haber cruzado Despeñaperros.

Las curvas de esta serranía vuelven a darme buenas sensaciones sobre la moto.

Son las 13:00 y echo gasolina. El gasolinero (fuera de las autopistas y las ciudades aun existen), me dice: "En la moto hay que abrigarse ¿no?". El comentario y el calor me hacen consciente de que igual voy un pelín pasado de abrigo. El sol LED del día anterior se ha convertido en un sol halógeno, alumbra y calienta... bueno, supongo que el viento de la velocidad me mantendrá fresco.

Tres horas después, los contundentes 30ºC que veo marcados en el termómetro de una gasolinera ya cerca de Sevilla me doblegan. Paro a quitarme los putos pantalones de cordura... estoy chorreando.

Recordatorio: no ser tan cabezón, si te vas a quitar ropa, quítatela cuando toca y no sudes durante horas.

El plan era quedarme en Sevilla a visitar a unos familiares, pero, cosas de la vida no consigo contactar con ellos. Pienso que no me seduce la idea de quedarme en Sevilla y cambio de planes (esto empieza a ser una constante).

Miro el mapa y esa mancha verde que es Doñana se hace tan inmensa que aunque quiera no podría ir a otro sitio... recuerdo haber estado en El Rocío hace años y de repente llegar a tiempo para ver atardecer sobre el Charco de la Boca se convierte en una cuestión de honor. Retuerzo la oreja de la moto.

Entro en el pueblo por su calle principal, tambaleante por la arena del suelo. Adelanto a tres tipos a caballo que me miran con la misma curiosidad que yo a ellos. Casi me caigo a sus pies (de los caballos).

Que puedo decir del Rocío, religión al margen claro. Es ese pueblo que parece del oeste, donde las calles siguen siendo de arena. Ese pueblo donde, en vez de aparcamientos, hay amarraderos de madera donde atar los caballos. El atardecer (al que llego), emociona.



Son las 23:00 y El Rocío es un desierto. Mientras escribo estas palabras, acabo de cenar en el único sitio abierto. Llega un francés con su hijo. ¿Ils ont paella por le diner?. El camarero 1 pone la cara del Fary. "Que quieren paella" le traduce el camarero 2. Por supuesto... mientras sea para llevar. Mientras pago, me pregunto que mierda de arroz les darán a estas horas...

Son las 24:00. Hay paz en El Rocío, pero mientras ando por sus calles desiertas, no se si soy el bueno, el feo o el malo.

Madrid. Suena el despertador a las 7:15... como siempre, remoloneo... como siempre, y al final me levanto a las 8:45... como siempre. No he preparado el equipaje aun, pero me tomo mi tiempo para desayunar. El móvil dice que en la calle hace 5ºC.¡Brrr! Joder con el otoño.

Salgo de Madrid tarde, como siempre. A los que me conocéis no os sorprenderá. Os contaré un secreto. Para llegar tarde, el truco está en salir tarde. No falla.

Esta vez es deliberado, pienso que cuanto más avanzada está la mañana, menos frío hará. Acierto solo a medias.

Cuando salgo del garaje, aun hace frío. Me recibe lo que he venido en denominar un sol tipo LED. Osea alumbra, pero no calienta. Debería abrigarme más, pero solo estoy a 100mts de casa... decido seguir. Tiempo tendré para arrepentirme.

Mientras desayunaba, pensé que sería una buena idea pasar por el valle del Tietar, la comarca de la Vera y llegar a Plasencia. Cuando estoy a 200mts del desvio a Navalcarnero y el GPS me indica que salga por la siguiente salida, cambio de idea. El objetivo es el sur de Portugal y hoy estoy fresco, así que tengo que empezar a bajar tan al sur como pueda. Eso significa chupar autopista... aburrido, pero eficaz.

A 120 por la autopista (si, mi moto los alcanza), voy helado. No deja de joderme durante todo el camino la idea de que al fondo del petate tengo un forro polar, pero sobretodo unos pantalones de cordura de los que abrigan. Con ellos puestos no llevaría las pelotas como aceitunas. Recordatorio: no ser tan cabezón, más vale perder 15mins, que tiritar durante horas.

A la hora de comer, paro por azar cerca de Calzada de Oropesa. El dueño que debe ser un flipado de las motos, dentro del salón, tiene montado un museo de motos de competición. La leche. Mientras me aprieto unas migas extremeñas y mirando las motos, decido que dormiré en Trujillo.



Trujillo, "Muy Nobel, Muy Leal", pero además "Insigne y Muy Heroica" desde 1997. Cuna de grandes conquistadores: Francisco de Pizarro, Diego García de Predes o Francisco de Orellana, nacieron allí. Entre ellos y los que iban con ellos, trajeron riquezas "indianas" para construir destacadas casas, imponentes palacios, además de capillas y hospitales. Su castillo ya estaba allí en el siglo XII. Conocida como Turgalium en la época romana, existía ya desde la prehistoria.





Sea como sea, es una ciudad imponente. Paseo por sus calles. Me acoge para dormir y yo me dejo acoger.

Pues sí, el último día de vacaciones toca Bogotá. Y sí, suena como una condena y no es porque se acaben las vacaciones (que también), es porque huimos de las capitales, de las ciudades grandes... suelen ser hostiles, complicadas e inseguras. Y es que nos han tratado tan bien en Colombia que da no se que...

El caso es que llegamos a Bogotá. Tras un viaje de bus de 8h por una carretera infernal de montaña, salgo del bus cansado y despistado ¿y que me encuentro? pues a 5 policías que empiezan a pedir la documentación a todos los hombres que salimos del bus. A las mujeres no, las mujeres son bueeeenas... (anda ya)

El más viejo y que parece de mayor graduación ni mira mi pasaporte y me dice, "es una requisa" y le hace un gesto a uno de los policías jóvenes. El joven mira hacia arriba (le sacaba cabeza y media) y se ríe "¡pero si es el doble que yo!" dice.

El caso es que, como bienvenida a Bogotá, recibo un cacheo de la Policía. Empezamos bien.

Haciendo cola para coger taxi, entablo conversación con un tipo que como equipaje lleva 9 gallos. Son para peleas, me explica, mientras me enseña la foto de su campeón. Los españoles los trajeron hace 4 siglos, pero ahora en España ya no hay. ¡Han prohibido las peleas de gallos! dice con indignación ¡Si los toros son mucho peor! Razón no le falta al señor.

A la mañana siguientes amanece lloviendo. Lluvia y frió. Bogotá nos está dando su peor cara.

El argentino que regenta el hostel, nos recomienda que no vayamos directamente al centro, sino que paremos en la 26, visitemos el mercado de pulgas y desde ahí bajemos andando. Pues vale.

Primera buena noticia del día. Los domingos en Bogotá apenas existe el tráfico. Las calles parecen desiertas cuando nos bajamos del Transmilenio en la calle 26. Tras un breve paseo bajo una llovizna que venia a menos, llegamos al mercado de pulgas y de repente oyes ese click que hace que el día cambie. El Mercado de pulgas es patrimonio de Bogotá y me recordó (en pequeñito) a ese espíritu del Rastro de Madrid. Antigüedades, muebles, discos, artesanía, todo tipo de utensilios y una gran cantidad de puestos donde la diferencia entre útil y basura se vuelve difusa. No se exactamente de donde viene el nombre Mercado de pulgas, pero para mi que incluso si buscas pulgas, podrás comprarlas allí. El sitio merece la pena para curiosear sin prisa entre sus puestos.

Al salir del mercado, nos encontramos con una enorme avenida (carrera 7) que igual que otras 14 calles en domingos y festivos, se convierte en una ciclovía (también peatonal por supuesto). Los bogotanos salen de sus casas y acuden a este lugar a relajarse, a pasear, a hacer deporte, a comer en sus puestos... en definitiva a pasar el día. Los ciudadanos de a pie, toman la ciudad. Me imagino algo así en Madrid, con la Gran Vía cerrada al tráfico los domingos y permitiendo recorrer andando desde La Cibeles hasta Plaza de España. Molaría ¿no? Ahí lo dejo como idea.

Visita obligada al Museo del Oro (gratis los domingos), realmente impresionante por la calidad del museo y la cantidad de piezas expuestas. El Museo Botero (gratuito) también merece una visita, no solo por Botero, sino también por el resto de obras que atesora, además la casa colonial que lo alberga también es notable.

Llegando ya al barrio de La Candelaria y ya que la lluvia parecía habernos abandonado, decidimos subir a Monserrate, un cerro que linda al Este con Bogotá y en cuya cumbre hay una iglesia desde la que la vista de la ciudad es espectacular y a donde los bogotanos peregrinan con devoción.

Para subir hay dos opciones. La primera es por un camino que serpentea por la ladera de la montaña hasta los 3152mts de altura de la montaña y la otra usando el funicular que lleva funcionando ¡desde 1929! Llamadme cobarde, pero Bogotá está a 2600mts sobre el nivel del mar y lo cierto es que se nota. No te da mal de altura, pero cuando subes una escalera, acabas jadeando pensando en lo mierda que eres, así que optamos por subir en el histórico funicular. Buena decisión.

El mirador es como un balcón 500mts por encima de la ciudad. La vista quita el aliento. Punto.

Para cenar, probamos por primera vez LA franquicia de hamburguesas colombiana por excelencia, El Corral, para variar la dieta con un poco de colesterol, y es que a veces el cuerpo lo pide.

Para ser sincero, no creo que eligiera Bogotá como lugar para vivir, pero debo reconocer que si la semana tuviera más domingos estaría dispuesto a reconsiderarlo.

Cuando llegas a Colombia, como en todos los países, muchas cosas son distintas del tuyo.

El lenguaje es la primera y más evidente. ¡Pero si hablan español! Que sí, que hablan español, pero con muchos matices.

Por ejemplo, no hay bares. Bueno, haberlos hailos, pero tienen nombres como: refresquería, estadero ó charladero.

En las puertas de los establecimientos suele poner ¨Jale¨, que como imaginareis, no te está animando a que comas sin decoro, sino que tires para abrir la puerta.

¨¡A la orden!¨ será lo que oigas cada vez que te acerques a cualquier dependiente. Ni te cuento cuando paseas por un mercado.  De puesto en puesto, te van saludando... te sientes como un general.

Si entras en un local y te pides un tinto, no será zumo de uva fermentada lo que te sirvan, sino un café solo, muy aguado y ya que estamos, bastante malo en el 99% de los casos. Manda huevos... café malo... en Colombia. El bueno se exporta.

Tras servirte el tinto y como somos turistas educados agradeceremos el servicio, a lo que siempre contestarán con un ¨con mucho gusto¨. Es la fómula colombiana y un tanto melosa del ¨de nada¨ ó ¨encantado¨.

Claro que en Colombia las cosas en las tiendas no se piden, se regalan. En decir, a la dependienta le dirías: ¨¿me regalaría un tinto?¨. A lo que ella respondería ¨con mucho gusto¨. Y luego pagas, que son amables pero no gilipollas. Lo de regalar solo es una fórmula para pedir las cosas.

Los pelaos, no son tiñosos, ni miembros de los skin heads. Un pelao no es otra cosa que un niño.

Una mula, no es un mamífero de cuatro patas cuyo principal rasgo de personalidad es la tozudez (bueno, también). Una mula o rara vez tractomula, son los enormes camiones tipo americano que circulan a velocidad absurdamente lenta saturando cualquier vía.

Una llantería no es un negocio de alquiler de plañideras. Una llantería es el lugar donde vas si se te pincha una rueda de tu mula.

El ¨agua mala¨ no es el agua que no has de beber y debes dejar correr. El ¨agua mala¨ son medusas, que en caso de picarte, te causarán ¨rasquiña¨ que creo que no hace falta que explique.

El ¨careteo¨ no está relacionado con los bailes de máscaras, sino con el snorkeling ó buceo con tubo.

En Colombia, una vacuna, además de ser ese preparado de antígenos que nos protege de las enfermedades, es el soborno que debes pagar a quien corresponda para ¨que no te pase nada¨.

Una mamona, no es lo que piensas, sino ternera jóven, mientras que los mamones no son, como estarás pensando toros jóvenes, sino unas pequeñas frutas que deben su nombre a la forma en que se comen.

Después de todas estas explicaciones, ya estás en disposición de entender lo siguiente:

Había estado careteando y me picó un agua mala. Salí corriendo y le pregunté a un pelao, donde quedaba la refresquería más cercana. A las puertas, había varias mulas, no sé si porque se comía bien o por la llantería cercana. Jalé la puerta y entré buscando algo frío que aplicarme a la rasquiña.
- ¡A la orden!
- Mami, ¿me regalaría su cerveza más helada?
- ¡Con mucho gusto!
- Ya de paso, regáleme también algo de ese asado de lechona que tan buena pinta tiene.
- ¡Con mucho gusto!
- Y para terminar mami, regáleme un tinto y cóbreme.
- ¡Con mucho gusto! son 7000 pesos.


Y hasta aquí la clase de colombiano. Si visitas alguna vez Colombia espero que te sea útil, aunque seguramente te pasará como a mi, tras un mes por aquí, sigo sin poder evitar que me de la risa cada vez que digo "Mami ¿me regalaría...?"


Hay dos tipos de personas en el mundo, los que se comen primero lo que más les gusta y los que se lo dejan para el final. Nosotros dejamos el eje cafetero para el final, quizás pensando que no era lo que más nos iba a gustar y que en caso de sacrificar algo... en fin, nos equivocamos.

Lo primero que se disfruta es el clima y es que después de sudar como cochinos en el Caribe, la altura de la zona (+2000mts) le da un frescor que ya echábamos de menos. Un gustazo volver a taparse con un ¨cobijo¨ (manta) para dormir.

El primer sitio, Salento. Típico pueblito de la zona, casitas de colores, tejados de teja, ambiente relajado (excepto los fines de semana) y buena comida. Nuestro alojamiento, barato y encantador. Pero había más: café y naturaleza.

Mira que tomamos café en España, pero nuestra ignorancia sobre su cultivo y producción es supina. Dispuestos a cambiar eso, nos dimos un paseo de una hora hasta la finca El Ocaso, donde una linda damita nos hizo un tour por todo el proceso. Desde que se planta la semilla, crecimiento, podas, pasando por la recolección (que hicimos de paripé), el procesado, secado, tostado y por supuesto, la mejor de todas las partes del proceso: la degustación.

Al día siguiente, a las 7:30 ya estábamos en la plaza del pueblo esperando que uno de los willys nos subiera a la entrada del Valle de Cocora. Solo montar en estas antiguallas merece la pena, aunque vas como si fueras ganado. Los willys originales son los jeep que EEUU fabricó (en realidad fue un concurso público) para la 2ª Guerra Mundial y que todos hemos visto en las películas. En el valle aun funcionan un par de mediados de los 50 que son modelos originales. Hay registrados unos 700 en el eje cafetero y desde 1946 son un icono de la zona, en los que se desplazan sus habitantes a modo de servicio público (son muy baratos). El que nos llevó era del 76 y estaba en estupendas condiciones.


La ruta circular de 5h por el valle de Cocora, tiene varios atractivos, pero hay dos principales: observar colibrís y las palmas de cera.

Acaime, más conocida como casa de los colibríes. Han dispuesto para estos pequeños pájaros bebederos de agua con azúcar. Están tan acostumbrados a alimentarse ahí, que ignoran a los turistas que armados con su cámara pueden acercarse apenas a un palmo de ellos. Cientos de colibres, miles de fotos. Una pasada.

De bajada te adentras en una de las imágenes más conocidas de Colombia, las palmas de cera, no en vano son el árbol nacional del país. Diseminadas en enormes pastos para vacas (llamados potrerías) han dejado como único árbol estas palmeras. De su corteza segregan una cera que antiguamente era raspada para usarse como combustible en las lámparas. Pero lo que realmente impresiona es su tamaño. Las palmas alcanzan entre 40-60mts de altura y crecen tiesas, tiesas y finitas, dando la sensación de que cualquier viento las puede tumbar. Cuando las ves por primera vez, alucinas, pero cuando te acercas a una y miras hacía arriba simplemente no das crédito.


Pero se nos acaba el tiempo y con pesar abandonamos Salento. Manizales en el horizonte.

En Manizales, teníamos intención de visitar la Reserva de Río Blanco. No fue fácil porque hace falta un permiso que gestionaba una (ya extinta) fundación; pero desde hace un año la gestión de este permiso la realiza directamente la empresa Aguas de Manizales. Cualquier guía o información anterior al 2014 es incorrecta.

Por si es de utilidad para alguien, la reserva se puede realizar directamente escribiendo a reservarioblanco@aguasdemanizales.com.co o llamando al telefono (8879770 ext-72187). Para desplazarse hasta allí es necesario ir en 4x4. Rodrigo (Tlf 3122862467) es un conductor fiable y que cobra el precio estándar de 25000 pesos por viaje. Conviene acordar con él el viaje de vuelta.

En la Reserva nos esperaba Albeiro, un tipo muy tranquilo y agradable, de risa franca, encargado de hacer de guía. Está especializado en observación de aves y con él se está en buenas manos. Además te puedes alojar en su casa dentro de la reserva y aprovechar así las mejores horas para ver aves, al amanecer y al atardecer. Para reservas, escríbirle directamente a albeiroamphita@hotmail.com. Fue una pena no haberlo sabido, habría sido una pasada dormir ahí.

Como sorpresa no prevista, conocimos a Chucho, un oso andino que nació en cautividad y vive en la reserva en una amplia zona cercada.

Se nos quedan ganas de visitar más lugares del eje cafetero, pero no puede ser. Es como cuando comiendo te dejas lo mejor para el final, puede que al final ya no puedas acabarlo.


La Guajira es una dama reclinada
Bañada por las aguas del Caribe inmenso
Y lleva con orgullo en sus entrañas
Su riqueza guardada orgullo pa´ mi pueblo 

Así dice la canción sobre La Guajira, la zona mas norteña de Colombia. Debe guardar bien dentro de las entrañas las riquezas porque lo cierto es que es un enorme desierto en el que apenas crecen unos cactus y unas retorcidas y espinosas acacias.


Tierra dura e inhóspita en la que solo los Wayú son capaces de sobrevivir, aun no me explico cómo. Habitan en sus rancherías, casas aisladas en mitad de ningún sitio. Las casas son de adobe y el tejado de cactus secos. Las cercas para las cabras (lo único domestico que sobrevive) son hileras de altos cactus.

- Es lo único que no se comen - me cuenta Jorge, el conductor del 4x4 que nos hará de guía durante estos tres días que pasaremos por aquí.

Pero los Wayú están preocupados por su supervivencia. Hace dos años que no llueve y eso es mucho incluso para ellos.

Los desiertos se suceden. A veces planicies de arena hasta donde llega la vista, sin una planta, sin una piedra, con el espejismo al fondo al que nos dirigimos a mas de 80km/h. Otras veces tortuosos caminos entre los cactus y acacias. Todos impresionan.

De repente Jorge maldice. El desierto por el que pasamos, una de esas planicies infinitas, está por debajo del nivel del mar.  Parece que la última marea fue más alta de lo normal, hizo viento y el desierto se ha inundado por kilómetros. Una trampa de lodo que debemos evitar con un largo rodeo por las ¨trochadas¨, caminos inmundos que rodean los desiertos y donde es muy fácil perderse. Avanzamos muy despacio.

Entre desierto y desierto, pasamos por lo que ellos llaman pueblos, 3 ó 4 casas, con nombres que causan cierta sonrisa: Paraíso, Pasadena, Nuevo Ambiente, Gran Vía, La Gran Esquina... seguramente se los ponen porque les recuerdan justo a lo que no son.


Llegando a uno de estos pueblos, vemos un ¨pelao¨ (un niño), corriendo como alma que lleva el diablo hacia un tramo de pista por el que pasaremos unos metros después. Coge una cuerda del suelo que está atada a un palo y la levanta, creando una suerte de barrera, son las ¨cabuyas¨. No la bajará hasta que no le demos algún dulce. Se lo damos. A esta cabuya sigue otra, y luego otra... a veces se encadenan dos o tres seguidas y hay que regatear. Aunque el paquete de galletas que compró Jorge, es grande, hay que guardar para la vuelta.

Dormimos en el Cabo de la Vela, bajo un techo sin paredes, en chinchorros wayú. Los chinchorros, son las hamacas tradicionales de esta zona. Las tejen las mujeres con vistoso colores y les lleva un mes de trabajo cada uno. Tiene una especie de ¨alas¨ con las que te envuelves para protegerte del sol, del viento o del frío en la noche. Por fuera pareces una crisálida enorme. Duermo como el culo por el viento... por el viento y porque no estoy hecho para dormir en una hamaca.

Nos bañamos en playas salvajes... vírgenes... de belleza flipante. El mar delante, el desierto detrás. Nadie alrededor.

Por fin llegamos al destino, Punta Gallinas, el lugar mas al norte de sudamerica. Lo único que hay es un pequeño faro y el mar. Es un lugar especial, aunque no sabría explicar la razón.

Se levanta un viento fuerte... demasiado fuerte... por fin entiendo lo que es una tormenta de arena. Un infierno fuera del coche.

Os presento a La Guajira, una dama tan dura como bella.

Branklyn era nuestro traductor. No es que nosotros lo necesitáramos, pero como dije, Enrique no hablaba ingles y al menos la mitad de nuestros compañeros apenas hablaba español. El nombre se lo puso su mama y nunca le quiso decir ni que significa ni por que se lo puso, pero desde luego era único. Era un tipo alegre y chistoso, con don de gentes, un buen tipo.

Por eso cuando a través de la cortina de agua, le vi saludarse muy amistosamente con uno de los soldados, se nos bajaron todas las alarmas.

- Buenos dias... por decir algo - le dije a uno.
- Buenos dias.
- ¡Vaya dia para caminar!
- Bueno, estamos acostumbrados.
- ¿Acostumbrados? ¿Cuanto tiempo lleváis aquí?
- Algunos seis meses, pero la mayoría ocho.
- ¡Ocho meses!

Justo nos los encontramos en el vado del río y joder, eran unos 20mts de ancho y a los soldados que estaban pasando les llegaba casi a la entrepierna. Nada que no pudiéramos pasar y total ya estábamos empapados. Lo único que llevaba más o menos seco eran los pies así que mientras me cambiaba los zapatos por las sandalias, seguí charlando con otro.

- Pero ¿que demonios se os ha perdido aquí ocho meses?
- Patrullando y protegiendo las ruinas.
- ¿Y aquí se viene voluntariamente? - le pregunto y se ríe.
- No, estamos haciendo el servicio militar - y es cuando me doy cuenta de lo jóvenes que son.
- ¿Cuanto dura?
- Veintiún meses

¡Carajo! Menos mal que no nací en Colombia, pienso mientras empiezo a cruzar el río.

Se me hace surrealista estar bajo lluvia torrencial, en mitad de un río de la selva en la Sierra Nevada de Santa Marta, con el agua hasta los muslos, mirando de reojo río arriba por si viene una riada y cruzándome con un soldado con un fusil casi tan grande con él en alto para que no se le sumerja en el agua.

Dejamos el rio y a los soldados atrás y sigo mi charla con Enrique.

Me cuenta que allí casi no hubo guerrilla y la que vino fue vencida por un agricultor que no quiso pagarles y se llevo por delante a dos de sus oficiales. Me informa muy serio, que la droga que sale de Colombia no es pura, que va cortada y que como máximo tiene un 60%. Me echo a reir y le cuento que el consumidor final apenas recibe un polvo con un 6-8% y alucina. Me habla de cuando el trabajó en un laboratorio procesando coca. También de cuando la probó por primera vez (y no le gustó). Del problema del consumo dentro del país. De los amigos que se metieron a vender droga. De los que están en la cárcel. Este hombrecillo de edad indefinida ha tenido una vida intensa... pero lo cuenta todo de forma tan natural que me alucina. Me cae bien.

Llegamos al campamento aun bajo la lluvia y oliendo a perro mojado. Dos tejados sin paredes, uno para comer, otro para dormir. Los que allí están nos reciben con aplausos... es lo más parecido a llegar al hogar. El río crece repentinamente hasta hacerse 4-5 veces más caudaloso. Impresiona. De habernos retrasado 30mins no habríamos podido vadearlo.

Nos han tocado hamacas... nunca había dormido en una. Tras hacerlo, he decidido que una vez es suficiente. No están pensadas para la gente grande.


Al día siguiente, día luminoso. En una radio, una voz melódica llora despechado el amor de la mujer que le dejó por otro. Es lo que tiene el vallenato.

La crecida casi ha pasado. Nos metemos en el río hasta la cintura y lo volvemos a vadear. Empezamos la ascensión de los 1200 escalones que nos llevaran a la Ciudad Perdida de los Tayrona.

Vale, no es Machupichu pero aun así es bastante espectacular y mucho más salvaje.

Ha merecido la pena.

Cuando llegamos al punto de encuentro lo vimos claro. La media eran 24 años y nadie pasaba de los 30. Eramos los abuelos del  grupo con diferencia, pero tenemos el alma joven así que, como el resto, arrojamos la mochila al techo del 4x4 y subimos.

Dos horas de traqueteante carretera dan para que nueve guiris hacinados en un jeep comiencen animadas charlas, así que cuando nos paramos, prácticamente ya nos conocíamos todos.

La parada fue en un camino, junto a una tienda y nos hicieron bajar a todos.

- Hay que echar gasolina - dijo Enrique, nuestro guía.

De repente, aparece un tipo bajito con una garrafa de 10 galones (~50l) de gasoíl y con un embudo se ponen a rellenar el depósito.

- ¿Por qué no echamos gasoil en una bomba (gasolinera)? - pregunté.
- Porque este gasoil es revolucionario... revolucionario bolivariano - me contestó Enrique - y además es más barato.

Por lo que parece, algunos colombianos se ganan la vida importando combustible (con toda seguridad ilegalmente) de la vecina Venezuela. El precio es la mitad de precio del gasoil colombiano. La cercanía a las fronteras es lo que tiene.

Serán cinco días de trekking por la selva, con el objetivo de visitar la Ciudad Perdida. Bueno ese es el nombre comercial, ya sabéis, suena mejor trekking a la Ciudad Perdida que a Teyuna que es como los indios la llamaban. Hay que darle misterio para que el turista suba hasta allí.

Dos palabras: calor y humedad. Se suda de una forma insana y el litro de agua que llevaba en la mochila no daba reponer el liquido perdido durante las extenuantes 7-8h de algunos días. Hasta tal punto me iba obsesionando, que terminé lamiendo mi propio sudor en un intento por reducir la perdida... en fin, se hacía lo que se podía.

Mientras tanto, Enrique me iba contando los historias de la zona.

- La planta de coca que crecía aquí, necesitaba casi 15kg para conseguir apenas 7-9grms de pasta de coca. La planta buena (importada de Perú), no se da en este clima, pero de esa se puede sacar hasta 30grms.
- Vaya, vaya... ¿y queda algo de narcotráfico por aquí? - le pregunto.
- Nooo, ya no, el gobierno fumigó desde aviones con productos químicos y ya no crece ni la coca, ni la marihuana. De todas formas el narcotráfico de la zona fue del pobre por que la planta no era la buena.

Comienza una ligera y refrescante llovizna que agradecemos. Llegamos a un puente colgante que cruza el río Buritaca. Paralela al puente, una cesta de metal oxidada cuelga de un cable que va de un extremo al otro. Parece ya en desuso.

- Este puente lo construyeron por una desgracia. Resulta que una turista le dio vértigo y no quiso cruzar en la cesta. Llovía bastante pero como el guía no conseguía que cruzara remontaron el río para vadearlo más arriba. Cuando estaban cruzando los últimos tres, llegó el aluvión de agua y rocas por la lluvia que estaba cayendo más arriba y se los llevó. Dos consiguieron salir... al otro lo encontraron ahogado río abajo.

La refrescante llovizna se ve sustituida por una torrencial tormenta. Rayos, truenos y una lluvia que hace que por mi sombrero, caiga una pequeña cascada que limita mi vista. Seguimos adelante... a ver que remedio... pero mirando por el lado positivo, ya no hay que preocuparse por el calor.

- Estoy preocupado. Tenemos que vadear el río por última vez, ahí no hay puente y esta lluvia va a poner el río bravo - me suelta Enrique de repente.

Me viene a la mente la historia que me acaba de contar, mejor no pensar mucho en ello y andar deprisa.

Pensaba que no podía llover más... me equivocaba. Hace hora y media que nos cae agua. Vamos chorreando como si saliéramos vestidos de una piscina.

De repente un soldado de uniforme, con un fusil de asalto enorme y todo el equipo de campaña. Joder, con todas las historias sobre guerrilleros que hemos oído acojona un poco. Veo a Enrique tranquilo pero quien sabe. Trato de buscar sus botas, si son de caucho podemos tener problemas... de repente otro soldado y otro... veo no menos de 15.

De repente nos vemos rodeados... rodeados de hombres armados.

(CONTINUARÁ)

Salir de Bogotá tuvo su miga, pero usar el transmilenio para ir a las afueras le añadió interés. ¿Que que es el transmilenio?

En un país donde el galón (4,5l) de combustible vale apenas 2,5€, quien tiene un carro lo usa. Eso, sumado a que tienen unas infraestructuras pobres, hace que el tráfico de Bogotá sea un infierno. Con un tráfico en superficie terrible y sin ¨plata¨ para construir una red de metro, se les ha ocurrido hacer un metro de superficie. Usan gigantescos autobuses que tienen un carril dedicado y protegido del resto del tráfico, y cogen y dejan pasajeros en estaciones muy semejantes a las de una estación de metro, con sus tornos, sus andenes, sus revisores, sus carteristas, sus pedigueños , etc... Curioso, barato y eficiente.



El caso es que teníamos que llegar hasta la 170 con la 45 y con el transmilenio recorrimos los 8km en un periquete. Aprovecho para contar que todas las ciudades colombianas, aun no he encontrado excepción, no tienen nombres de calles sino que están numeradas al estilo yankee. De este a oeste, discurren las calles y de norte a sur las carreras. Las calles son paralelas entre sí y perpendiculares a las carreras (y viceversa), lo que deja cuadras (manzanas) cuadradas o rectangulares donde crecen los edificios. Es un pragmático sistema para no tener que recordar calles y poder saber llegar a cualquier dirección aunque no conozcas la ciudad.

Una vez en la 170, y tras bregar con los vendedores de billetes que quieren subirte a su bus aunque vaya en dirección contraria a tu destino, por fin conseguimos montar en un bus camino a Villa de Leyva.

Villa de Leyva, ciudad colonial de mas de 500 años que ha preservado su esencia hasta hoy. Además es una zona rica en fósiles con hayazgos notables de dinosaurios marinos y tambien cuna de la cultura Muisca.  



La fundación de la villa tiene una bonita historia, pero por resumir, los españoles lo crearon a imagen y semejanza de sus pueblos de origen. ¿La razón? porque pretendía, entre otras cosas, ser el retiro de los soldados tras las batallas de la conquista. Como en casa.

El caso es que llegamos allá y ciertamente el pueblo es bonito, en especial la plaza mayor que tiene 1,4ha y pasa por ser la segunda más grande de Suramérica. La plaza esta empedrada, bueno en realidad todo el pueblo lo está, a base de pedrolos enormes lo que hace el suelo tan irregular que es imposible visitar el pueblo admirando su arquitectura colonial. Todo el mundo va andando mirando al suelo. Si te paras a observar, es cómico.

El caso es que cuando llegamos al hostel, el dueño nos dio la bienvenida y nos dijo:

- Vienen a disfrutar del Festival de las cometas ¿no?
- ¿Ein?
- ¿Como? ¿no lo conocen? ¡es internacional y este año celebramos la 40 edición!
- Pues no lo conocemos pero a eso le vamos a poner remedio. ¡Que suerte!

Villa de Leyva se vuelve muy turístico los fines de semana, pero justo el fin de semana en que cae el Festival del Viento y las Cometas, alcanza su máximo pico. Si además el lunes es festivo y los bogotanos tienen puente ya es la locura.





Y desde luego es una locura. Cometas comerciales, artesanas, en miniatura, acrobáticas, conmemorativas... incluso tienen una modalidad de vuelo nocturno en el que las cometas deben estar iluminadas y ser visibles tanto para jueces como para disfrute del público que llena la plaza, que desde las escaleras de piedra o el duro suelo empedrado, empiezan a calentar motores a base de cerveza y aguardiente para lo que está por llegar.



Se van las cometas y empieza la locura salsera en el escenario. Escuelas de salsa de todo el país salen a demostrar que son mejores que el resto. Jamas había visto bailar salsa a ese ritmo. De hecho ignoraba que se podían mover las piernas y las caderas a esas velocidades. Es simplemente espectacular. La gente se volvía loca. De ahí orquesta y todo el mundo bailar salsa hasta las 2:00am.

Quizás a día de hoy las cometas ya solo sean la excusa para atraer gente y montar una fiesta, pero me hubiera gustado estar presente en 1975 cuando en este pueblo casi aislado del mundo alguien dijo ¿y si montamos un festival internacional de cometas? Habría que haberles visto la cara al resto.

Pues eso digo yo. Nunca estuvo en las quinielas, pero por una serie de carambolas, acabó siendo el destino elegido. Y claro, la típica conversación pre-vacacional, suele ir más o menos así:

- ¿A donde vais de vacaciones este año?
- Pues a Colombia.
- ¡Ah! que bien ¿no? esto... Colombia... de alli es el café... y lo de los guerrilleros de las FARC... y el narcotráfico... el año pasado secuestraron a un par de asturianos... ¿qué  carajo vas a hacer a Colombia? ¿qué vas a ver? pero sobre todo ¿es seguro?

Todas esas preguntas también nos las tuvimos que hacer antes de tomar la decisión.

La primera es fácil de responder, Colombia tiene muchos encantos naturales y culturales que ya iremos descubriendo. De hecho, en un mes apenas da para ver una pequeña parte.

Pero vamos con lo que a todo el mundo le ronda por la cabeza. ¿Es segura Colombia? veamos...

Narcotráfico: bueno, las películas que nos mostraban una Colombia gobernada por los cárteles de la droga es tiempo pasado. Nombres como Medellín o Cali que antes hacían temblar, hoy no son lo que eran. Los sitios ¨calientes¨ están en algunas zonas de la selva (donde la cultivan) y en las fronteras (donde trafican). Evitando esos puntos, y si no eres tan tonto como para pillar droga aquí, estarás a salvo.

Guerrillas varias (FARC, ELM, ETC): siguen ahí, pero muy debilitadas y básicamente volcadas hacia lo que son actividades delictivas, fundamentalmente el narcotráfico. De hecho, mayormente hoy se han convertido en las llamadas Bacrins (Bandas Criminales). Tienen sus zonas de influencia y su actividad es mayormente el narcotráfico. Hay que evitar sus zonas.

Delincuencia común: existe, y en las grandes ciudades (sobretodo en determinadas zonas) puede ser alta: secuestros express, robos en todas sus variantes... pero como digo, las zonas inseguras son conocidas y hay otras muchas zonas que se pueden considerar seguras. Evita las zonas chungas y si no puedes, pasa de día y usando el sentido común.
                                                                                                                              
Lo más importante aquí es saber dónde estás y como dicen aquí, no dar papaya, osea no aumentar las posibilidades de que te pase algo, haciendo algo estúpido.

En resumen, Colombia es tan seguro como invertir en bolsa. Si lo haces así a lo loco y corriendo riesgos que no entiendes, pues más temprano que tarde tendrás problemas.

Seremos prudentes, todo debe ir bien.