Llegamos al final del destino: Hong Kong.

Hong Kong no son solo sus cientos de enormes rascacielos. Tampoco los andamios de bambú que cubren sus fachadas hasta donde los andamios de metal colapsarían por su propio peso. Ni tampoco el hecho de que puedas pasar de uno a otro a través de pasarelas sin que necesites siquiera pisar la calle. Tampoco los rojos y enormes taxis de 5+1 plazas que recorren sus calles. Ni el espectacular juego de luces nocturno de su skyline, ni los electrizantes neones de sus calles que cuelgan desafiando las leyes de la gravedad. Tampoco sus mercados, nocturnos y diurnos, donde encuentras todo tipo de quincalla.

Desde luego no son solo los tranvías eléctricos de dos pisos que aun recorren sus calles no dejándose avasallar por los double-decker buses. Tampoco cruzar el puerto Victoria en el mítico Star Ferry que todos los días pasa 70000 personas en este trayecto. Tampoco el parque que recuerda donde estuvo hasta hace solo 20 años la peligrosa Kowloon, la que fue la ciudad más densamente poblada de la historia de la humanidad (13.000hab/hectárea).

Tampoco lo es alojarse en alguno de los "Mansions", edificios supuestamente residenciales pero en los que conviven residentes, con Pensiones, con restaurantes, con tiendas, con... lo que sea y que mezcla todo tipo de nacionalidades. Tampoco esos característicos charcos de agua de las aceras que conviene evitar porque son formados por los cientos de aires acondicionados que decenas de metros más arriba escupen grandes gotas de condensación hacia la calle.

Hong Kong no es las firmas de moda internacionales que parecen tener su central en esta ciudad. Ni tampoco ver una cola de 50 personas en la tienda de Prada esperando para entrar a comprar porque en el interior de la enorme tienda solo permiten estar a 5 clientes para poder darles el servicio que merecen. Ni es ver los helicópteros aterrizar en los helipuertos de los hoteles de lujo con los VIP que vienen del aeropuerto. Ni la miríada de tiendas de tecnología que están salpicadas por la ciudad y entre las que se intercalan a espacios regulares modistos que quieren hacerte un traje a medida y vendedores de relojes falsos de marca que te acosan por igual.

Hong Kong no son 35º a la sombra, con una humedad del 80% y una sensación térmica de 43ªC. Tampoco pasar en 3 segundos a 18º en sus centros comerciales.

En realidad Hong Kong es todo eso... todo eso y mucho más... Hong Kong es pura adrenalina.

Hoy no os voy a contar lo que costó llegar hasta aquí... que costó (cuantos cambios de autobús, inundaciones, etc.), sino para hablaros de Shaxi.

Shaxi es una ciudad detenida en el tiempo, con sus casas de madera, patios y calles estrechas y sinuosas, el lugar se utiliza como localización en películas de época (chinas claro). Sigue siendo un lugar precioso y aletargado donde la vida nocturna se reduce a contemplar el cielo estrellado y oír el croar de las ranas de los arrozales.

Por fin hemos llegado a una pequeña ciudad que el turismo chino aun no ha descubierto y se nota. La ausencia de hordas en las calles se agradece y es más que perceptible el ambiente netamente rural.

En Shaxi, viven dos de las minorías étnicas de China, los Bai y los Yi y son muy distintos de la imagen típica que tenemos de un chino.

La gente en su mayoría no vive del turismo (aun) sino que se dedica a sus quehaceres diarios. Rodeada de campos de cultivo (arroz, maíz y huerta), pasear por ellos y ver trabajando a sus habitantes es un descanso tras semanas de intensa y poblada China.

Sí... en Shaxi nos miran con curiosidad, pero en los pueblos próximos a los que nos hemos acercado andando y a donde pocos turistas se escapan, nos miran alucinados preguntándose imagino que hacen estos marcianos en su pueblo donde por no haber no hay ni una triste tienda de comestibles. Sin embargo, responden con una sonrisa a las fotografías y son increíblemente amables. Sin poder hablar con ellos más allá del "Ni Hao" (hola), el gestichino funciona a la perfección.

El material de construcción de sus casas es fundamentalmente el adobe y la forma de vestir sus gentes recuerda a la de muchas zonas rurales de la España de hace 40 años. Si imaginas que el arroz que crece en sus campos es cebada, bien podrías pensar que estás recorriendo la tierra de campos palentina.

Aquí hay paz.

Venir a Shaxi ha sido un acierto.

Los chinos engañan. Y es que tenemos una imagen de ellos gris, triste, apagada. Trabajar como un chino equivale a la imagen que de ellos tenemos. Allá donde van, se integran poco, se dedican a sus negocios (de los que no salen nunca), nunca tienen días libres, no hay ocio y lo más parecido es ese ordenador portátil que tienen debajo del mostrador donde ven telenovelas chinas bajadas de internet.

Sin embargo en su país, se ha pasado a una China comunista a dos Chinas diferentes. La incipiente clase media, a la que llamaré "la China que consume" y el resto que es "la China que sobrevive". La segunda ya la conocemos todos, y encarna la escala más básica y descarnada de una economía de mercado, así que hoy escribiré sobre la primera.

"La China que consume" representa algo menos del 10% de la población, pero es que con una población de 1340 millones de habitantes, se traduce en 110 millones. Una cifra en que en términos absolutos impresiona y que está haciendo que muchas multinacionales le hayan echado el ojo a China viéndolos también como un mercado atractivo y no solo como un lugar donde deslocalizar la producción.

Por cierto en cuanto a la deslocalización de la producción a China, las cosas están cambiando. Ahora a los trabajadores Chinos hay que pagarles las cuotas de su seguridad social, impuestos y otros costos que hasta hace bien poco no existían, por no hablar de la inflación, las continuas revalorizaciones del Yuan. Esto está haciendo que las empresas (Apple por ejemplo ha decidido que fabricará su próximo iMac en USA) se estén yendo de China o a sus países de origen o a otros países más baratos (Bangladesh, Cambodia, India, etc.).

Más parajodas de la deslocalización. Los artículos, sobretodo textiles, que los chinos fabrican para nosotros por 3-5€, ellos se los venden entre sí por 10-15€. Eso hace que te plantees realmente cuan arbitrario es el precio (que no valor) de las cosas y que abandones toda esperanza de entender cómo funciona la economía y la balanza comercial entre países... en fin.

Pero me estoy yendo por las ramas... yo quería hablar de los chinos que consumen y hay que decir que son de todo menos grises. Vestidos con estrafalarios colores e indumentaria que define su ausencia de vergüenza (o gusto distraído) van cargados de tecnología (tabletas, smartphones, cámaras digitales de última generación, etc.) y hacen turismo por su país en ruidosos grupos organizados gastando dinero a tutiplén (más que nosotros). Y es que los turistas chinos van de vacaciones como si no hubiera un mañana y en su caso casi es así. Con solo 11 días de vacaciones al año (los que las tienen), viven con intensidad cada día, aunque es en el año nuevo chino cuando la locura se desata en el movimiento migratorio más masivo del planeta. El país literalmente colapsa bajo la presión de tal movimiento. Debe ser como cuando los orcos intentaron tomar el Abismo de Helm.

En cuanto al carácter, tienen gesto serio, duro... parecen hasta hostiles en algún momento pero no es más que una barrera entre ellos y el occidental al que no entienden ni una palabra de su lengua, ni de su cultura, ni ya que estamos qué demonios hacemos visitando su país (lo preguntan mucho con extrañeza). Pero cuando el guiri les suelta unas palabras en chino, previo estudio minucioso y practica tonal, se les ilumina la cara y te dan esa sonrisa que derriba la barrera. La verdad es que son muy amables.

Ya he hablado de la comida desde nuestro punto de vista pero, hay que hablar de la relación de los chinos con la misma. ¡Como comen! Les encanta comer, cantidades disparatadas, múltiples platos y les encanta hacerlo en grupo. Comer en China es algo social, como en España o más, sobre todo entre la gente joven. Lo único malo... fumar esta permitido en todos los locales y los hombres fuman... fuman tanto como comen, pero como es verano las terrazas proliferan y ahí no importa... vamos como en España.

En resumen, de comunismo queda lo que dicen los libros y el sistema político de partido único. Todo lo demás... es capitalismo.

A ver, llamamos la atención, de eso no cabe duda. En Asia siempre pasa y es que esos ojos como huevos de paloma que nos gastamos los occidentales les deben parecer muy raros.

Sobre todo la que suele llamar la atención es Susana y normalmente la miran con más o menos disimulo, le hacen fotos robadas o pedidas (en India era escandaloso) y allá por donde pasamos nos sentimos observados.

En China sin embargo son muy discretos, te miran de reojo, pero no giran la cabeza. Creo que en parte es para que no empieces a hablarles en klingon como marciano que eres, puede que timidez, pero también tiene un claro componente cultural.

Eso sí, cuando te sientas en una zona concurrida, cuando dejas de moverte, algo cambia, pasas a formar parte del mobiliario y te miran, vaya si te miran y con disimulo, a veces ninguno, te sacan fotos. Hablan de ti y por los gestos a veces hasta sabemos de qué (les llaman la atención nuestras narices).

Pero en China también llamo la atención yo, también me sacan fotos y me miran... y no es porque sea grande, los chinos contra el estereotipo de bajitos, no lo son (Jao Ming no es una excepción). Es que he llegado a la conclusión de que tengo algo... algo que los chinos no tienen... ¡barba! Y es que aquí, dominan los imberbes. Algunos chinos tienen bigote y al que más, le sale una rala perilla.

Por otro lado, no es que haya querido dejarme ir con el tema de la barba, en todos los países por los que paso suelo probar la calidad de las navajas nacionales y la pericia de sus barberos con diferentes resultados. El mejor fue un tailandés en un pueblo perdido por un precio ridículo... pero eso es otra historia y me disperso. El caso es que... ¿quién en su sano juicio se dejaría afeitar a navaja por un barbero en un país en el que nadie se afeita? soy aventurero pero no suicida...

Por lo tanto, luzco una barba generosa y (confieso) un tanto desgarbada y debo reconocer que desde que estoy aquí solo he visto otros dos tipos con barba. Juntos formamos el club de los tres barbudos.

Eso sí, a algunos niños les doy mucho, pero que mucho miedo.

Como imaginareis, en China, la barrera idiomática añade un interesante abanico de matices a la hora de comer, sobre todo si el menú está en chino o simplemente no existe y el camarero se queda a tu lado con cara de "que va a ser"... Por más que lo hacen, aun me alucina la cara con la que se te quedan esperando que les digas que quieres.

¿Qué puede pasar cuando entras en un restaurante local?

Que no hablen inglés. Lo más normal... en ese caso reza para que haya un menú escrito en inglés o que al menos tenga fotos. Aunque la verdad, las fotos son poco útiles porque no te permite distinguir si es carne, pescado o qué demonios es... todas se parecen. En cualquier caso, las fotos suelen acompañarse del nombre del plato en inglés.

Si el menú solo está en chino o si no hay menú (que para el caso son equivalentes). Momento duro. En este caso hay dos estrategias:

La primera mirar alrededor... si hay algún cliente comiendo echar un ojo a lo que tiene en la mesa y si no lo has probado y apetece, pedir en gestichino lo mismo.

La segunda estrategia en caso de que no hay otros clientes o lo que comen no te convenza, ir con el menú en la mano directamente al expositor/nevera/cocina donde veas los alimentos y señalar lo que quieres para que te lo identifiquen en el menú y pedirlo... que si, que no está muy claro cómo te lo vas a comer, pero al menos no te llevaras la sorpresa de que te pongan encima de la mesa un guiso de vísceras con patas de pollo flotando... que ojo, seguro que está muy bueno, pero es que igual ese día justo no te apetece.

A veces es un éxito, a veces no tanto... pero claro, esto es para el que no tenga miedo de experimentar con todo lo novedoso, por muy desconocido o raro que pueda parecer y es que entiendo como una cuestión vital probar cada comida que encuentro a mi paso... quien no tenga tan buen estomago como yo, siempre puede sobrevivir en China a base de "frice rice" o "frice noodles", son deliciosos y no pican, aunque en mi opinión hacen el viaje mucho más aburrido.


Hablemos de zampar. Todo el que me conozca sabe que me gusta comer... mucho. Y uno de los alicientes de viajar para mi es la experiencia gastronómica.

Cualquier parecido entre la comida china que comemos en España (o en el resto del mundo) y la realidad china es una coincidencia porque nuestra experiencia se reduce a un reducido número de recetas que además normalmente están adaptadas al gusto nacional hasta no parecerse en nada al original... algo parecido a lo que puede pasar si te comes una paella en Alaska.

Comer en China es toda una experiencia. Que sea positiva o negativa depende del tipo de persona que seas. Si eres de los que no comen nada que no sepas nombrar o se parezca a tu comida habitual lo tienes crudo. Afortunadamente somos de los que queremos probarlo todo y luego decidir si nos gusta o no... y casi siempre nos gusta.

Otro aspecto a tener en cuenta es que no siempre sabes lo que comes pero lejos de detenernos lo consideramos un aliciente... ¿que será esto? ¿a qué sabe?

Todo tipo de mariscos, verduras desconocidas, casquería (la tempura de tripas de cerdo estaba deliciosa), patas de ave, carnes (incluidas las poco habituales de serpiente o perro), insectos, caracoles, setas chinas (les pirran), sopas, arroz, pasta fresca, noodles, frutas... muchas de estas cosas desconocidas otras no, pero sobretodo con preparaciones muy distintas a lo que acostumbramos. Puede ser picante o no, pero cuando lo es, no hay término medio ¡ouch!

En resumen, en una región del tamaño de Europa la riqueza culinaria es bestial y dada la poca apertura del país, muy desconocida. Hay que venir a china para comer su comida.

De cómo enfrentarse a las dificultades de lo que hay que hacer para poder probarla de forma extensa lo cuento otro día...

Tras la acogida inicial Lijiang nos trató bien, o al menos tan bien como al resto de los 5 millones de turistas que recibe al año. Eso hace de media de unos 13500 diarios y puedo jurar que el día que visitamos el turístico centro habían venido todos los del cupo de ese día.

Para disfrutar del bonito casco antiguo y sobrellevar a la muchedumbre aplicamos la regla del 80/20 del turismo chino, a saber "el 80% de los turistas solo visitan el 20% de los sitios". Se disfrutó el día relajadamente, especialmente interesante a la hora de la comida, pero ya hablaremos del tema comida otro día que tiene entidad propia.

En realidad lo que principalmente nos había llevado hasta Lijiang era hacer el treking por la Garganta del Salto del Tigre. Uno de los desfiladeros más profundos del mundo, con 3500mts. de caída desde la cima del Huba Xueshan hasta el río Jinsha.

Una vez nos aseguramos de que el tiempo iba a respetarnos, hicimos la reserva de los billetes de autobús en el hostel. A la mañana siguiente habíamos empaquetado todo, desayunamos y listos para que nos recogieran a las 8am. No lo preguntamos, pero imaginábamos por el ridículo precio que pagamos (35y por cabeza), que iríamos en un bus público.
Nos recogió un delgado chino que antes de salir se empeñó en limpiar su microbús. La chica de la recepción nos dijo "just follow him". Pues vale, nos montamos con él y cruzamos la ciudad en un tráfico infernal. Ya me iba mosqueando que no parecíamos ir camino de la estación de autobuses cuando se para detrás de otro microbús y nos suelta lo único que posiblemente sabía en inglés "change bus".

Cuando abrimos la puerta lateral, nos encontramos con otros 4 guiris espachurrados en los pequeños asientos. Susana pasa con ellos y yo me pongo delante con la conductora, una agresiva quema ruedas que en cuanto se libra a golpe de claxon del terrible atasco matutino, pone rumbo hacia Qiáotóu desde donde empezaremos a andar.

A ver, los chinos conducen de una manera que me ha hecho replantearme la expresión "conduces como un portugués", son agresivos hasta decir basta, pero no se enfadan nunca cuando alguien les hace una pirula... simplemente a la siguiente oportunidad hacen la pirula ellos. Pero lo que realmente pone los pelos de punta son los adelantamientos y es que para los chinos el mejor momento para adelantar es... ¡cualquier momento! Cambios de rasante, curvas sin visibilidad y si la carretera es ancha, pues con coches viniendo de frente y pasando los tres en paralelo. El número de muertos en las carreteras chinas es de 600 personas... ¡cada día!. En fin, mejor no pensarlo mucho.

Llevábamos casi 3h. de revueltas, adelantamientos y repentinos atascos cuando de sin previo aviso nos paramos detrás de... adivina... otro microbús y al grito de "change bus" y "relax no more money" nos miramos todos descojonados y claro nos cambiamos (ya íbamos entregados) al otro vehículo conducido por otra aguerrida dama que nos llevó hasta Qiáotóu (actualmente llamado Hutiaoxiazhen).

No acaba ahí la cosa, en mitad del atasco de entrada a Qiáotóu, se pone a discutir por la ventanilla con un chico joven. De repente nuestra "chofer" sin más se baja y se va, se sube el chico y comienza a conducir... finalmente este último conductor (era el cuarto) nos llevó a la taquilla desde donde previo pago, empezaba el treking.

Dos días caminando en un paraje absolutamente increíble, mágico... cuesta llegar hasta aquí, pero venir a China y no recorrer la Garganta del Salto del Tigre debería ser ilegal.

Vamos a Yunnan, concretamente a Lijiang y al hacerlo...
Se acabo el calor (y el sol), llegan la lluvia, los tifones y los monzones.
Se se acabaron las grandes llanuras, llegan las montañas de más de 5000mts.
Se acabaron los Han y empiezan las etnias minoritarias de China... en teoría.
Se acabaron las grandes urbes, llega la China remota, llega la China mas rural.

En resumen, el viaje cambia y lo hará radicalmente si el tiempo no acompaña, pero ¿quien dijo miedo? equipados con chubasquero, paraguas y sabiendo nadar no debe haber nada insalvable (salvo quizás una glaciación para la que no estamos preparados).

Ya en pleno vuelo una pista de a lo que nos enfrentaremos: las azafatas no hablan ingles. Pero ni una palabra. Esto no lo había visto nunca. Si en China en general se habla muy poco ingles y solo en zonas turísticas, Yunnan va a ser un reto. Nuestro gestichino va a ser puesto a prueba con los máximos niveles de exigencia.

El avión aterriza en Lijian y llueve (mucho). Lijiang está a 2500mts. y aunque no hace tiempo gélido, el shock se hace notar. Recogemos equipaje y salimos.
Una señora empieza ha hablarnos en ¿chino? no se, no parece mandarín pero aunque lo fuera daría igual. Parece que es la dueña de un taxi y quiere liarnos para ir en él pero (flipa) ni siquiera conoce la palabra taxi. Pide ayuda a un grupo y el niño (unos 13 años) consigue traducirnos que son 40kms a la ciudad (mentira son 28) y que la mujer nos lleva por 80Y hasta nuestro hostel. Decidimos seguir las instrucciones que nos enviaron cuando hicimos la reserva en nuestro hostel, por que somos muy bien mandados y por economia (el bus era la mitad) y luego coger un taxi (20Y).

Inciso. No fue nada fácil reservar hotel en Lijiang, estaban todos los económicos de la Lonely Planet llenos, así que nos la jugamos con un hostel de nueva construcción (2 meses) que estaba apartado unos 2kms. del turístico centro de Lijiang.

Situación: el bus nos dejó ya de noche, lloviendo, cargados con las mochilas, en algún lugar desconocido de una ciudad en la que nadie habla ni una palabra en ingles y en la todos los taxis estaban pillados. Joder, parecía la maldita noche de nochevieja a las 7am... decenas de personas a lo largo de la calle esperando taxis y todos ocupados.

Casi 40mins. bajo la lluvia después empieza a aparecer algún taxi libre. Cual es nuestra sorpresa cuando al enseñarle la dirección al primer taxista (en chino claro), se queda pensando y hace señas de que no con la mano y se va... y el segundo, y el tercero y así hasta siete taxis. Finalmente el octavo dice en gestichino que nos lleva por 20Y. Joder le habría dicho que si por 100Y.

Cuando llevamos 500mts. nos pide en gestichino el teléfono del hostel. Se lo doy, se para, llama y mientras habla continua conduciendo. Tras una conversación que pareció larguísima, colgó y empezamos a salir de la ciudad. Una carretera sin iluminar... un camino de tierra a oscuras... casas bajas humildes... gente andando que aparecía ante los focos del coche... ¿y que le dices al taxista si no te entiende? ¿para que me bajo de noche en medio de la nada? ¿donde cojones nos llevas? ¿nos vas a atracar? De repente, llega a un callejón sin salida, suelta lo que parece un juramento, mira para atrás y suelta una risa. Da marcha atrás y coge la siguiente bifurcación... de repente el hostel... reconozco la foto. Carajo, casi se me para el corazón.

Con ganas de darle un abrazo al taxista, le damos el precio convenido y en el hotel nos reciben como si fuéramos la puta reina de Inglaterra. Hablan un ingles exquisito y además nos ofrecen sin sobrecosto cambiar nuestra habitación estándar por una superior panorámica con vistas a la siempre nevada Jade Draon Snow Mountain (5596mts) que domina la ciudad... la habitación espectacular, cama de 2x1,8m, televisión por cable, conexión ethernet en la habitación, wifi... ¡Si hasta tiene un dispensador con dos condones! A veces los chinos están en todo.

Así son las ciudades chinas... como los chinos, tienen un contacto inicial duro pero cuando lo superas te lo dan todo.

Hua Shan, una de las cinco montañas sagradas del Taoísmo en China. Durante la revolución cultural, todo rastro de religión fue barrido, pero los Guardias Rojos que iban arrasando con todo no fueron capaces de llegar a estos inaccesibles lugares.

El gran atractivo de Hua Shan en la actualidad son sus imponentes paisajes, panorámicas que quitan el hipo, crestas cortadas a pico, pinos retorcidos colgando de cornisas... en resumen belleza natural. Eso si, hay que compartirlo con los ¿10000? ¿20000? chinos que lo visitan a la vez que tu. Al taoísta que espere encontrar entre sus cimas espiritualidad y un lugar para la meditación tranquila simplemente la ha cagado.

Para nosotros, el atractivo consistía en subir no usando el teleférico que usaba todo el mundo y sino por el famoso "camino del soldado". Este camino te permite subir de frente y sin rodeos en 2h. lo que el teleférico sube en 8min. en una sucesión de escaleras sin fin. Pasa por varios tramos verticales con escalones excavados en la roca y con el único apoyo de oxidadas cadenas a los lados. Además del evidente atractivo adrenalínico, por ahí casi no sube gente.

Con la ilusión de la anticipación nos levantamos a las 6:30am. y a las 8:30 ya estábamos montados en el autobús que nos llevaría hasta Hua Shan. Lo que no imaginábamos es que tras 2h de viaje pararíamos sin previo aviso en una polvorienta población (pensábamos que el pueblo próximo a Hua Shan). ¡Qué raro!

De repente el autobusero pego unos gritos en chino y todo el mundo se bajo corriendo desapareciendo por la puerta de una vivienda. Con la fuerza que impone el gregarismo nos precipitamos tras ellos y tras pasar por un patio, acabamos en un callejón sin salida en el que había unos baños.

¡Han parado para que vayamos al baño a menos de 5mins. del destino! pero que baños... (los que sean sensibles que se salten este párrafo) el olor era... no explicable con palabras y se trataba de una habitación diáfana (una para cada sexo, faltaría más) con tres WC de suelo (de los que hay que ponerse en cuclillas, el estándar chino) por lo que mientras los usabas y en función de cual eligieras podías ver, culo en pompa, cagar a dos personas a la vez si usabas los de los laterales o una a cada lado tuyo de forma alternativa si elegías el del centro. ¡Ah se me olvidaba! no había cadena, ni cubo de agua, así que si no eras el primero podías saber cuantos antes que tu habían pasado por allí y que tal les había sentado la comida.

Al grito de "entra tu que a mi me da la risa" pero con la urgencia de la necesidad, decidimos esperar al menos a que salieran todos los chinos. Craso error.

Cuando desandamos el camino por el patio, el largo pasillo y salimos a la calle, ni rastro de los chinos pero ¡tampoco del autobús! La sensación de estar tirados en un pueblo sin saber muy bien donde y sin transporte nos golpeo de repente con la dureza de una maza.

Nos permitimos 30segs. de desesperación pero empeñados en que nuestros huesos no fueran enterrados en aquel remoto lugar, decidimos usar el gestichino (dialecto usado por los foráneos viajeros) con un afable taxista y negociar un precio para llegar al destino del día, afortunadamente a unos 2km de allí.

Ya en las taquillas de Hua Shan, pagamos al taxista y al girar la cabeza vimos un gran cartel "Toilets". A veces el chino no es lo único incomprensible de los chinos.

A partir de ahí, las piernas aguantaron, Hua Shan impresionante... menos la cola de regreso al teleférico claro.

Costó llegar a Pingyao, pero tanto costo como mereció la pena ir. Es justo lo que promete "la china con la que todo visitante sueña: farolillos rojos en las callejas, con la silueta nocturna de las imponentes murallas de fondo, elegantes patios, y viejas torres, templos y edificios". Además y a pesar de que había más turistas de los esperados, se nota en los bajos precios de todo que aun no ha despegado del todo turísticamente.

Lo primero nada más llegar al hostel donde nos alojábamos fue alucinar. Está enclavado en una casa tradicional china de 4 patios y nuestra habitación una de las estancias de la casa.

Espectacular.

Nos alquilamos unas bicis y nos fuimos a recorrer esta preciosa ciudad que para más gozo es peatonal (eso incluye bicis) en el centro. Lo primero fue encaramarnos a la muralla para tener una panorámica de sus tejados rematados con tejas redondas.

Una vez allí y paseando por el muro escuchamos:

- El Bárcenas dice que Rajoy destruyo pruebas delante de él, pero que tiene un pendrive con todo. Lo que oyes, menuda se esta montando y Rajoy que ha dicho que no dimite... bla bla bla.

Joder... no es que no me guste encontrarme compatriotas por el mundo, pero la verdad es que me fastidia cuando viajo por un país de habla no hispana y oigo hablar español. Y más si de lo único que hablan es del terruño. No lo puedo evitar.

Supongo que se debe a que los chinos hablan codificados y los guiris en ingles así que cuando queremos comunicarnos, lo hacemos con los guiris en ingles y con los chinos... bueno con los chinos como se pueda, pero el español es un canal seguro entre nosotros. Pero cuando aparece un grupo de andaluces (nada contra los andaluces, es que eran de allí) hablando del "Puto Amo" (aka Bárcenas) pues es que nos pisan el canal y eso me toca las narices.

Supongo que no siempre soy un animal social.

Uno no puede ir a China y no visitar la Gran Muralla. Tiene (o tuvo) una longitud de 10,000 li (8.851,8km.) y tiene su cosa esta medida porque en China, 10.000 li representan el "infinito". Se construyo a través de siglos y el que "puso la primera piedra" fue Qin Shi Huang, fundador de la dinastia Qin y unificador de China que hartito de las invasiones que llegaban de Mongolia, encargo a su General favorito, Meng Tian, que además de darles lo suyo a los Mongoles hiciera un muro para que no volvieran a molestar. Y así se construyeron los primeros 5760Kms de muro... ahí es nada. Después llegaron las dinastías Han y Ming al terminar el muro. Esto fue una obra y no lo del Opus.

Por cierto y para desmontar leyendas urbanas. La Gran Muralla no se ve desde la luna ni siquiera desde una nave en órbita. La Gran muralla es del ancho de una carretera comarcal y del mismo color que el terreno que lo rodea, así que difícilmente. Lo que si se ve desde el transbordador espacial en órbita y lo escuche en persona en una charla de boca del mismísimo Pedro Duque (Astronauta'pañol), son los plásticos de Almería. Reflejan el sol como un espejo... nosotros si que sabemos hacernos ver.

En la actualidad la muralla es una sombra de lo que fue. Aunque algunas zonas (Beijing y otras zonas turísticas) han sido conservadas en incluso restauradas para su visita, en muchos lugares de la muralla está en mal estado. Igual que muchos castillos en España, ha sido usada como cantera para construcciones posteriores y en muchos casos es víctima del vandalismo o los grafiteros.

En cualquier caso de las zonas visitables, Badaling es la más famosa por su cercanía a Beijing y por lo tanto la más visitada por las hordas de chinos (los occidentales no sumamos ni decimales en la estadística). Huyendo de una experiencia borreguil contratamos la excursión al lejano Jinshangling que tiene algunas ventajas. La primera es que esta a tomarporcul... por lo que es mucho menos visitada. La segunda es que en esa zona la mitad de la muralla está restaurada y lo otra mitad no y sin embargo puedes caminar por ella dado el excelente estado de conservación. Por último pero no menos importante, como pagas más no te llevan de camino a tiendas a que compres jade.

Nos recogieron en el Hostal a las 6:20am. ya desayunados y tras 5h. de bus (de los cuales 2 fueron atasco de salida de fin de semana), llegamos a destino. ¡uf! Afortunadamente las previsiones son ciertas y hay muy poca gente.

Lo primero que notas es que los chinos no se lo pusieron fácil a los mongoles. Si estos querían saltar el muro primero tendrían que subir la montaña que solo por no subir se quitan las ganas de invadir. Pero en vez de hacer el mongol los chinos han puesto un teleférico. Así que como, aunque nos apetecía subir andando, como teníamos solo tres horas de exploración nos montamos en el carrito para ganar tiempo.

Lo segundo que descubres es que la muralla sigue la cuerda de las montañas y claro algunos desniveles son de 45º por lo que la visita no es un paseito sino continuas y duras ascensiones, descensos vertiginosos y escaleras de peldaños sin fin.

Lo tercero de lo que te das cuenta es que de que todo lo dicho y pasado anteriormente no importa un carajo cuando te sobrecogen la descomunal magnitud de esta locura colosal, el impresionante entorno natural y el silencio. 

Beijing te atrapa. Y no es una forma de hablar, es que no hay manera de salir de aquí.

Queremos ir a Píngyáo. Pequeño pueblito chino (450.000 hab.), mas alejado de los grandes circuitos turísticos y sin embargo patrimonio de la humanidad. Tiene la ciudad amurallada más antigua del país y la guía Lonely Planet reza "se trata de la china con la que todo visitante sueña: farolillos rojos en las callejas, con la silueta nocturna de las imponentes murallas de fondo, elegantes patios, y viejas torres, templos y edificios". Parece difícil pasar de largo ¿no? Pues no, lo difícil es llegar.

Tras un fallido intento de reservar billete desde el hotel en un tren nocturno y otro infructuoso intento de 3 horas caminando tratando de encontrar una oficina de venta de billetes, vemos que la única posibilidad va a ser saltar a otra ciudad intermedia. Parece que Tàiyuán es la mejor opción y hay muchos trenes. Desde allí hay algo más de 100km. y muchos trenes que nos pueden llevar a Píngyáo.

Vale, tenemos un plan.

A la mañana siguiente nos levantamos a las 6:30am. y nos dirigimos con nuestro equipaje camino de una de las 5 estaciones de trenes, la del Oeste, la correcta. Es del tamaño de dos estaciones de Atocha y hay hordas de chinos, la sala de tickets está perfectamente ordenada a la china (osea un kaos de gente). Paneles solo en chino y 35 ventanillas de venta de billetes con largas colas. Por cierto tienen un curioso el sistema anticolones usando un aparatoso torniquete unidireccional. Finalmente descubro que la 16 atiende en ingles. Veinte minutos después recibo un "sorry no trains for Tàiyuán today"
¡Mierda!

Plan B. Hay una estación de autobuses a 3kms al Suroreste. Tras subirnos a un taxi, intentar timarnos, discutir con el taxista y bajarnos sin que arranque (un pelas es un pelas en Beijing y en Madrid). Buscamos otro menos pirata que nos acerca a la estación de autobuses. Diferente dimensión, mismo caos.

Tras 20mins. de cola, "sorry no buses for Tàiyuán today" ¡Joder! Tirados en Beijing a tomar por culo del centro, con las mochilas a cuesta, sin opción de salida hoy y sin alojamiento.

Plan C. Volvemos en taxi a la estación de tren, pillamos un tren para el día siguiente y volvemos al centro a alojarnos (no hay alojamientos para guiris por allí).

Ya en la ventanilla, el funcionario me enseña el listado de trenes en un papel, muchas letras chinas y números pero con la hora de salida clara. Elijo la hora que me parece más adecuada.

Con las prisas he elegido un tren de alta velocidad y nos cuesta una pasta para el estándar chino 194CNY (unos 23€ por cabeza). Quien pillara este precio en el AVE.

La hora y media de vuelta al centro a buscar alojamiento, empieza a llover... terrible y por la mañana arriba a las 6:30am. otra vez para llegar a tiempo al tren.

Ahora escribo esto desde un moderno tren a 308Km/h. camino de Tàiyuan. Ni todos los chinos puestos en fila podrán evitar que lleguemos a nuestro destino.

Beijing es moderno, pero moderno que te cagas. Aquí la china ancestral se ha ido a hacer puñetas.
Rodeados en ocasiones de enormes rascacielos el skyline es o mejor dicho debe de ser impresionante, porque la densa neblina de polución no deja ver más allá de unos 500mts.
La moderna red de metro, eficiente y en constante expansión. Para hacerse una idea de la velocidad a la que crece, en el plano de metro de la lonely planet del 2011 solo hay 8 de las 16 lineas que operan en la actualidad. Antes de las olimpiadas del 2008, solo había 5 líneas.
El transporte tradicional, la bici, ha sido sustituido en su mayoría por pequeñas motos eléctricas que se deslizan sin ruido por la ciudad. Me tienen loco, realmente es un sistema eficiente, ecológico y sobretodo ¡silencioso! Están por todos lados y solo se oye un leve zumbido al pasar a tu lado... ni siquiera las oyes venir. No se que autonomía tienen, pero aun no he visto a nadie "repostando"... ya me enteraré. Los omnipresentes carriles bicis tienen el ancho de un carril de coche generoso y separados por mediana del tráfico. Aquí nos ganan...
La gente viste... en fin raro. Quieren parecer occidentales, pero es evidente que tiene el estilo... er... extraviado. Digamos que les falta un poco de gusto al combinar... se nota el deje hortera oriental, pero desde luego hacen todo lo posible por ser "modernos", sobre todo la gente joven. Otra historia son las generaciones del 60 para atrás... donde se nota la austeridad comunista.
En cuanto a la tecnología... más de la mitad (no es una forma de hablar) de la gente en el metro va chateando, leyendo libros, conectada a internet o viendo vídeos en sus modernísimos smartphones (iphones, samsung, etc). Parece que en su caso cuanto más grande sea la pantalla mejor y es que hace falta un pantallote para leer un libro en ideogramas chinos.
El único resto "vivo" de la antigua Beijing son los "hutong". Estrechos callejones que forman el casco antiguo de Beijing y que fueron construidos durante las dinastías Yuan, Quing y Ming. Desgraciadamente debido a las olimpiadas el gobierno decidió derribar gran parte de estos antiguos barrios para construir modernas viviendas (la especulación urbanística no la inventaron los españoles). Hemos tenido la suerte y buen tino de alojarnos en uno de los que se salvaron. Tienen un encanto feudal a lo chino. Recomendable.

Dicen que la primera impresión es la que queda. Espero que no, porque si es así nos espera un calvario de incomunicación en China.

Primer día, salimos a cenar, sobrestimados y abrumados por los neones vamos buscando algún sitio local, pero no demasiado por aquello de que llevamos 4h. en China y hay que aterrizar con cuidado.

Tras docenas de sitios descartados, sin saber porque, nos llama la atención un pequeño restaurante en una perpendicular. Solo tiene dos clientas locales pero parece razonablemente limpio y aunque el dueño esta aburrido fumando en una mesa (malo) decidimos que hemos andado mucho y ahí nos quedamos.

La pinta de las tapas de la carta auguran una carta con fotos de los platos.

Pero una vez abiertas no solo no tienen fotos sino solo está en chino (mandarín por si te lo preguntabas). En shock pero decididos a no echarnos atrás, me levanto y miro lo que están comiendo las únicas clientas (que se asustan un poco cuando husmeo en sus platos) y a duras penas entiende por mis gestos el dueño, que no habla ni una palabra en ingles, que nos traiga lo mismo que están comiendo ellas.

Trae un wok de verduras con lonchas de carne sobre un infiernillo que lo mantiene caliente y un par de boles de arroz. Solo palillos para comer, aunque eso no fue un problema.

De las verduras, el 10% era chile rojo y el 10% chile verde. No sabría decir cual picaba más. Todo lo demás estaba delicioso.

Mañana seguro que atinamos mejor.

Cuando llegas al aeropuerto y ves que la cola de Economy Class se sale de las largas cintas que organizan la cola piensas "que mierda".

Entonces ves que hay un mostrador para el checking online... "hay esperanza". Preguntas a la auxiliar y te dice "claro, no tienes que esperar cola". Te pones como primer y único integrante de la cola online "mola".

Como no hay nadie, directamente te pasan para que te atiendan en el mostrador de Business. "Somos los mejores" piensas mientras miras la cara de la gente que se pregunta quienes son esos mochileros desarrapados y sin embargo enchufados que se acaban de saltar la cola.

Y claro, ante la petición de la tarjeta de embarque por parte del amable auxiliar enseño el smartphone con mi tarjeta de embarque electrónica generado por su compañía y me dice "no se preocupe, ahora le imprimo su tarjeta" ¿ein?. Saco mi tarjeta impresa del bolsillo, se la enseño y se relaja mientras pienso "Si es que íbamos demasiado bien, al menos nos hemos saltado la cola".

Escribiendo esto ya desde Beijing habiendo tenido que sortear con elegancia las barreras que el gobierno chino pone para que la población no acceda a Facebook, Ayayayayyy malo malo malo.